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Sentado en la acera de lo ajeno,
la luz va corriendo de sol a luna en sus ambiguos sentidos,
la noche ya nos ha tomado por la fuerza
y somos sus rehenes impávidos,
resignados a sus fríos y oscuros destinos...
Pero yo sigo esperándote.
Se han empapado las horas
y los perros, uno a uno, se van escondiendo,
la gente sucumbe al miedo y desaparece;
pero yo sigo aquí esperándote.
Las casonas gélidas junto con la noche ennegrecen
y las gotas de lluvia parecen pesar
y caen como piedritas lisas de río;
no hay ruido, no hay palabras,
no corre el viento, no corta el frío punzante contrariamente,
no hay aire ni mundo,
no hay suelo ni firmamento
y yo aquí esperándote
Los relojes, inexorables a la fugacidad,
retienen el sufrimiento
con sus tajantes agujas
y yo aquí tembloroso
y esperanzado, te sigo esperando
La noche se va despintando
y miríadas de aves
salen al encuentro con la libertad rompiendo el aire;
los rayos se adelantan a dibujar las primeras sombras sobre la ciudad
y parece que la calma reaparece...
Aun te sigo esperando,
mientras el sol ríe
y abraza las calles empedradas
y su gente descalza, que respeta al astro
con sus lágrimas de dolor...
La odisea se repite y como ayer la vida se oculta
en sus huecos más húmedos
mientras un jilguero
cantando me repite:
- ¡ ella no vendrá ¡ -
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Texto agregado el 09-02-2005, y leído por 137
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