La ciudad soñada.

Al hombre que cabalgaba largamente por tierras agrestes le asaltaba el deseo de una ciudad. Existe diariamente en su mente, diariamente sueña con ella, hasta que un día decide buscarla.
En su imaginación la ve situada en unos valles fértiles, entre altísimas montañas, escondida entre las nubes que van y vienen, con un difícil acceso desde un abismo profundo, al cual esta dispuesto a vencer
Decidido parte, cruza ríos cristalinos llenos de peces, praderas con exóticas flores, frondosos bosques, pájaros volando en un cielo más azul, que el mismo azul, para luego de un largo y cansado viaje llegar a la ciudad tan largamente soñada.
Se extiende frente a el, grande, bella, incomparable a todo hasta ahora conocido por él.
Colmada de todos los adelantos técnicos, llena de negocios, con casas que cualquiera pudiera desear; pero de pronto nota algo raro, esta vacía de seres vivos; no hay personas ni animales.
Al comienzo vacila, luego motivado por curiosidad se propone recorrerla, pero por más que camine y camine no encuentra a nadie.
Todo es exactamente como lo soñó, pero falta lo esencial, la presencia de la vida misma.
No entiende nada, trata de adaptarse, pero en vano.
Llega la noche y lo asaltan los recuerdos de los apacibles y felices momentos allá lejos en su tierra desolada, agreste y fria.Recuerda a su familia, sus amigos que nunca faltaron alrededor de su fogón rudimentario, pero con un calor humano, pasándolos todos felices con lo poco que tenían. Descubre que su vida no era tan triste y pobre cómo pensaba; tenía su familia, su tierra y sus animales…

Decide volver, ni siquiera espera el amanecer, camina en la oscuridad, motivado por un fuerte deseo del encuentro e instintivamente halla el rumbo correcto.
Al despertar el alba, por fin visualiza sus tierras, alegremente apura su paso, corre, brinca y en su loca carrera saluda a todo ser vivo que se le cruza por el camino.
Por fin comprende que lo más grandioso de la vida es…¡la vida misma!