Me suspendí en medio de la calle al ver aquella figura tendida en el suelo entre latas y vidrios, tuve miedo de acercarme porque la multitud y una fuerte corazonada me detenían al presentir que se trataba de alguien muy cercano. Sentí cada una de las gotas de sudor resbalando por mi frente, y tras sacar valor, me encontré detallando al herido. Quedé estupefacta al verlo allí, agonizante pero tranquilo. Inmediatamente comencé a gritar cual loca, recordando al mismo tiempo lo especial que me sentía cuando estaba a su lado, las frases infinitas que nos decíamos diariamente…

-Maldito accidente- repetía continuamente mientras aguardaba en la sala de espera del hospital. vi a una enfermera y al médico de turno acercándose lentamente hacia mí, y como si supiera lo que venían a decirme, rompí en llanto y corrí hasta su habitación. Allí lo vi, con su calida sonrisa como de costumbre y con sus grandes ojos apagados para siempre.