Mi sueño se resbala callando los tintes de su ingenua forma. Intenta transformarse en un hueco en la cornisa de mi dormitorio. La lengua mate y morada abre el camino hasta donde la dejan. No desea ser de nuevo la que pague mis errores, la última vez casi dejo un rastro, una marca que la llevaron a no poder expresar donde esta el campo rojo. De allí me trajeron unas hojas mágicas que guardo en la pequeña caja de pan de oro -el pan de los no ven- y que solo abro para saber que están aun ahí. Pobre lengua, ya no se mueve. Ya lo sabía yo, que no aguantaría lo que yo le pido esta noche: huir hacia atrás. Quería ser la nueva hurí que con la voluptuosidad de mi cuerpo enamorase a todos los muertos en la guerra santa. Tonta de mí, las huríes son siempre vírgenes y yo siendo una niña sentí como me rompían por dentro. Mi carne esta flácida, sin fuerzas, llevo tantos días sin moverme de la cama. Solo me echan de un lado a otro, mis palabras salen a veces.

Menos mal que aun soy muy joven, mi piel no está cruzada por el recuerdo de una vida, es fresca y tibia, como mis piernas, blancas, blanquísimas, llenas de deseo. Ya han llegado mis nietos, ¡qué lindos! Y María se parece tanto a mí. La misma cascada de rizos dorados cayendo por la espalda, los mismos ojos azul cielo, la boquita pequeña como la de un gorrión. Pero no es María, soy yo. ¿Cómo puedo estar ahí? Las sensaciones están aquí, sobre estas sábanas que bordé para mi boda, y sin embargo me veo ahí, riendo y saboreando este instante. La mano grande y fuerte de Antonio me coge la mía, pero yo las tengo bajo las mantas. ¿Qué ocurre? Tengo dos cuerpos y una sola vida. ¡Eh, Dios!, que aun no he muerto y ya me das otra oportunidad. Que te equivocas. Yo no pido más vidas. Cuando mis gritos llamaban desesperadamente a Antonio, no era este. Él ya marchó, ¿no recuerdas? Decían que la revolución libertaria solo podía ser posible en dos lugares del mundo. Donde fue o en el pueblo andaluz, tan sujeto a la tierra que su sed de libertad lo haría estallar corriéndose como el fuego por todos lo lugares. Y lo hizo estallar, pero solo hubo un cadáver, el de mi Antonio. Tú no lo dejaste aquí. ¿Ahora pretendes dármelo? No soy yo, no es él. ¿Qué pasa? Mis ojos lloran, ya que mi ser esta dudando entre seguir aquí o volar hacia el pasado. Mi pelo está blanco, encanecido de tanto pasar. Momentos plenos y repletos de todo turnándose con padecimientos, hambre y guerra. Ya soy demasiado vieja para seguir. No, soy joven, tan joven como aquel día en que me dijiste mañana nos vemos a la misma hora. Guárdame esto, son hojas mágicas que te traerán mi imagen siempre que las huelas. Me besaste a través de la reja de la ventana y te marchaste. Fue la última vez.

Todos los días abro, abría, la caja donde las tengo guardadas y aspiro. Aun me traen tu imagen, el sabor de tus besos cargados de tabaco, ese tabaco que tanto te gustaba tener en tus labios. Mi lengua parece que me está comprendiendo, no soporto más este alejamiento, son demasiados años. Y se va hacia atrás. Se hunde en mi garganta, tapa mi tráquea y ya dejo de ser. Ahora soy María.