1.- El Saludo de Juan.
Juan camina por una calle del centro, y se encuentra de pronto con Pedro.
-Hola, Pedro, ¿Cómo te va?- saluda con alegre gesto.
Pedro continúa con un deambular de pasos largos y firmes, sin responder al saludo. Juan se vuelve y le da alcance; lo toma del hombro, obligándole a detenerse. Lo sobrepasa y lo mira de frente, a los ojos.
-¡Pedro!- exclama- ¿Eres tan distraído como para no oírme?
-No, Juan; te he oído perfectamente. Pero sucede que hoy no tengo ganas de responderte. Eso es todo.
-¡Ah, bueno...! Entonces, adiós. Hasta que nos encontremos y nos saludemos mutuamente- se despide Juan. Pedro desvía la mirada y, sin contestar, continúa su camino.
2.-El deseo de Pedro.
Pedro y Juan toman café, sentados en un bar, frente a frente. Entre un sorbo y otro de la humeante infusión, Pedro le dice a Juan:
-¿Sabes, Juan...? Tengo unas ganas enormes de acostarme con tu mujer.
-Pero, hombre- le responde éste inmediatamente-, no me lo digas a mí. Díselo a ella, o no se lo digas a nadie.
-Tienes razón- afirma Pedro. Terminan el café, miran el reloj del bar, Juan paga la consumición, y luego se despiden con un fugaz apretón de manos.
3.- El pedido de Juan.
Juan llama a Pedro por teléfono. Luego del saludo obligado, decide ir al grano y le pregunta:
-Dime, Pedro; ese dinero que te presté el año pasado, lo tienes ya?
-Sí, lo tengo- le contesta secamente Pedro.
-Bueno, porque resulta que tengo que pagar una deuda y no me alcanza el que tengo disponible en mi cuenta corriente. ¿Me lo podrás devolver?
-¿Devolvértelo? ¡Ah, no, tú no me puedes hacer esto! ¿Justamente ahora, que he decidido invertir ese dinero en un negocio interesantísimo, se te ocurre pedírmelo, así nomás, de buenas a primeras? No, decididamente no.
-Bueno, está bien. No quiero seguir discutiendo. Tú sabes lo que haces. Buenas noches, Pedro.
-Buenas noches, Juan-, y Pedro cuelga primero.
4.- El que pierde, gana.
Juan baraja las cartas; Pedro corta el mazo, y aquél reparte. Están jugando la última mano.
-Envido- propone Juan.
-¡Falta envido!- responde efusivamente Pedro. Juan acepta, y Pedro gana con un imbatible treinta y tres de mano.
-Te felicito, Juan. Has perdido. Toma los quinientos pesos-. Juan acepta el billete que le ofrece Pedro, y después aprieta la mano tendida de éste, mientras piensa que su amigo siempre resulta un buen ganador.
5.- En la librería.
Juan se encuentra con Pedro en una librería. El primero está a punto de comprar un libro, y el otro lo detiene.
-No, Juan; no lo compres. Ya lo he leído, y no me gustó nada. Como aún lo tengo, te lo presto, y si te gusta, te lo vendo por la mitad de lo que vale aquí, ¿de acuerdo?
-Bueno... muchas gracias- responde Juan, sorprendido por la súbita generosidad de su amigo. Para no ser menos, toma un libro que quería comprar, paga, y luego se lo entrega a Pedro.
-Toma, Pedro. Léelo, y si te gusta, te quedas con él y me compensas lo que gasté aquí. Si no es de tu interés, me lo devuelves, y yo te entrego algún libro que me gustó, a cambio de éste.
Pedro se rasca la cabeza con una mano, mientras contempla el libro que sostiene en la otra. No termina de comprender el arreglo. Salen a la calle, y caminan un trecho juntos. Al rato, Pedro vuelve corriendo a la librería, y cambia el libro que le ofreciera Juan por el que inicialmente eligiera éste.
-Toma, Juan-. Pedro le entrega el libro a su amigo.- Aquí tienes tu libro. Ahora estamos a mano, ¿de acuerdo?
-Bueno, si ti te parece...- responde Juan, y se despide con un gesto de su amigo, ya que no puede levantar la vista, clavada ya en la primera página de la novela.
6.- La muerte de la amistad.
La cuadra X de la calle X’, es testigo de que ha muerto la amistad que unía a Juan y Pedro. Se acercan, caminando en sentidos opuestos, y al encontrarse en la mitad de la cuadra, se miran un instante, y siguen su camino como dos desconocidos, dos habitantes cualquiera de una gran ciudad. Juan se vuelve, para contemplar el paso de dos hermosas pantorrillas, y Pedro hace lo mismo, para admirar una corbata que cuelga en el escaparate de una vidriera.
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