Serenata a una mujer de bellos ojos.

Reina, del aire y de las nubes,
así serás nombrada por mis labios sedientos.
Aun cuando no se como abran inyectado el amazonas en tus ojos,
los cuales cuando me detengo a admirarlos,
es normal encontrarme con verdes tejidos,
atravesados por las incontables aves multicolores,
que van y vienen redondeando tu pupila,
con el canto de la linda niña que desde una nube ríe,
arrojando mariposas que embriagan al sol
con su danzar de milagrosos besos voladores.

No llores, no arrugues tu rostro si te consume la tristeza,
cuando mi corazón así te encuentra,
por el dolor es quemado, y ahí se posa,
hasta que del blanco océano de tus mejillas,
broten tus rosados labios
como un par de pétalos que enamorados se abrazan.

No dejes que el desanimo encarcele el néctar de tu esencia,
déjame ser tu ángel,
déjame encender todos los farolitos de tu alma,
no te alejes de mis brazos, sumérgete en ellos,
que sean el jardín donde te recuestes
para desnudar tus suspiros, tus sonrisas, tu silencio.

Pero no vayas a creer que yo soy el héroe de mil batallas ganadas,
en estos ojos cansados, de parpados durmientes,
con los que felizmente te veo,
hay innumerables lágrimas que yacen encerradas en cofrecitos de cristal,
por eso un beso tuyo, un abrazo, una caricia tuya,
es el antídoto sagrado a toda flecha maligna que de muerte quiera herirme,
quiero que eternamente tus brazos sigan arrullando mi imagen,
así como los ángeles lo hacen,
con los versos que el viento lleva en sus cabellos.