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CUANDO TÚ LLEGASTE



Para ti Nancy.

Cuando tu llegaste, pensé que no sería nunca. No se me pasó por la cabeza, mucho menos por el corazón. Sólo eras en mis ojos, nada más. Te vi. Divina, esbelta, preciosa.

No sé, sinceramente, cuándo tú llegaste.

Pero llegaste. Alborotar. Desviar.

Mi vida era un barco, gigante, demoledor. Quería ir por el mundo. En mi barco, de armas, de lanzas, de armaduras. Galopaba en la proa, en la popa. Corría. Sólo. Ilusión.

Antes de tu llegada existía alguien. Un engaño, un velo. Pero ahí estabas, queriendo llegar, sin darme cuenta.

Cuando tu llegaste existieron las letras. Existió el papel. Viví, de nuevo.

Tus ojos, hermosos, rasgados. Los surcos que bordeaban los extremos de ellos, vaya¡ interesantes. Sabían a mucha vida, a demasiado pasado. Pero te hacían buena, resistida, a la maldad. Sin corrupciones. Simple, idéntica. Son los pincelazos de la vida, los que nos muestran madurez. Son los pincelazos de mucha vida.

Ante todo idéntica, tú misma, mía por siempre.

Saludar, sonreír. Como si la vida sólo te hubiera enseñado eso. Pero te enseñó más. Dos frutos, tuyos, ahora míos, más míos que de él.

Sonreír. Como si la vida sólo te hubiera enseñado eso. Así te recuerdo, tras el muro de madera, tras ti. Atendías a todo el mundo, al que llegaba. Transitabas con tu piel blanca por lo metros del salón; pero ante todo, empezaste a transitar por el salón de mi vida. Y dejabas las huellas de tus dedos, redondos, alzados, fofos. Transitaste, caminaste. Dibujaste rieles en mi ser, para volar.

En un instante, que no recuerdo, que no te acuerdas, algo pasó. Te miraba, con más atención, más fascinado. Más turbado. Sentía mi piel tibia, cuando tú estabas. Te extrañaba al almuerzo, a la comida. Sentarme junto a ti era mi mejor trabajo. Ganar, claro. Debías ser mía. Ganarte. No como trofeo. Como tuyo, no más.

Se nos ocurrió caminar, buscar el instante. Mirar las estrellas, en la noche. Visitar el río, sus árboles. Hablarles, a las sombras. Murmurar los recuerdos. Se nos ocurrió salir mucho, a menudo. En una ocurrencia de esas, pasó el inicio, el instante. Un beso, delgado, intenso, grande.

Cuando tú llegaste, la vida giró. La tierra volcó, con la luna, con el sol. Cuando tú llegaste, las aguas helaron, los ríos desbordaron. La noche fue amiga. El día, insipiente, apurado. Necesitaba verte, expiarte las culpas. Verme libre frente a ti, desnudo.

Cuando tú llegaste mi vida cambió. Obvio. Por qué llegaste?

Éramos dos buscando algo.

Tu simple, linda. Yo, complicado.

Nos quisimos, en los rincones del salón. Nuestros cuerpos recorrieron las mesas y las sillas. Las neveras fueron paredes, colchones parados. Descansos. Soportaban el furor de la pasión. Todos los días. Todas las noches. Siempre te miraba, desnuda, hermosa.

Musa de mis sueños, de mi realidad. Violín.

Cuando tu llegaste, frené, me quedé. Hoy estás conmigo, vida mía. Hoy, te amo más que nunca.

Texto agregado el 07-02-2005, y leído por 130 visitantes. (0 votos)


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