El nombre es lo de menos

Mientras se acercaba el momento la tensión crecía . Hacía tiempo que el tema se había dejado de conversar, pasando a ser un tabú .Simplemente el momento se esperaba con impaciencia sin saber que ocurriría en verdad, y quien se quedaría con la victoria por así decirlo.
Pero ya no había mucho tiempo para conversar. Sólo quedaban horas para el acontecimiento y todos seguían sin tocar el tema, porque sabían que esto desencadenaría una discusión, y no era momento de discutir.

Nunca pensaron que iban a tener problemas por una cosa tan simple. De hecho no imaginaron tener ideas tan distintas, y muchas veces cuando lo discutieron no podían entender como el otro pensaba tan ridículamente.
-¡Cómo se te puede ocurrir Roberto, es demasiado agresivo, ya te lo he dicho, y sigues en la misma postura!- Ella no lo podía creer, jamás hubiera tomado esa decisión.
- ¡Claro, resulta que ahora soy yo el loco ridículo! ¡ Y tu, dale con la misma Florencia. Eso si que es una ridicules!

Ahora ninguno de los otros daba su opinión, porque sabían que habría problemas por esto. Sólo esperaban. Él tratando de pensar en otra cosa para su tranquilidad, y ella queriendo que todo pasara sin dolor.
Llegó el momento, y todo ocurrió normalmente, sin ningún inconveniente. El proceso se desarrollo como estaba planeado, y aún nadie decía nada sobre “eso”.

El problema se presentó después de dos días cuando decidieron afrontar de una vez por todas la situación que por tantos meses los había tenido complicados. Pero esta vez nadie los acompaño. Ellos fueron solos.
Una vez hecho el papeleo inicial con carnet de identidad y todo les pasaron el formulario.

Él sin pensarlo dos veces relleno los datos de más abajo, los más fáciles. Y le pasó el lápiz a ella, quien lo miró sorprendida, sin saber que hacer en este caso. Como el tiempo corría y ninguno tenía la solución ella le hizo una pregunta en voz baja al encargado:
- Disculpe, puede decirme su nombre completo…
- Ramiro Alberto González Yañez
- Gracias.- Dijo con voz cortante y segura.

Rellenó luego con Ramiro Alberto, y él intentaba consultarle con la mirada, pero ella no miró a nadie hasta salir del lugar. Y problema solucionado. Volvieron a su casa como si nada hubiera pasado, e informaron a todos de su decisión. Nunca más se habló del tema. Y quizás eso fue lo mejor, ya que al fin y al cabo el nombre es lo de menos.

Además a Ramiro, como era su nombre ahora, no le afectó en lo más mínimo llamarse Ramiro Alberto como el encargado del registro civil. Porque, como era de esperarse, nunca le dijeron que por culpa de su nombre pelearon nueve meses, y no solo ellos, sino también todo aquel familiar que daba su opinión. Nunca le dijeron que por esto estuvieron a punto de separarse. Porque el nombre en último caso es lo de menos.