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28.01.05
10.53 pm
(Vidas Invisibles)
Nadie quiso clavar sus ojos sobre unos que tanto necesitaban ser vistos. A pesar de que se había propuesto resistir al máximo las miradas, ni una sola se posó sobre ella.
Era otoño con su característica brisa y sus hojas secas recorriendo las calles como manos. Como sus propias manos con grietas talladas por el tiempo.
Caminaba despacio observando los autos veloces que contrastaban con su andar. Se fijaba también en aquellas torres de cemento, plantadas por todos lados, y sentía su diminutez.
Nadie la miraba ya. Habían pasado tantos años desde que su silueta atraía variados tipos de ojos, que incluso se conformaban con mirar su sombra o sentir su aroma al pasar. Tantas lunas desde que se sentía la reina y dueña de cualquier vereda que pisaran sus pies.
Ahora sus pies iban por la calle pidiendo permiso a cada piedrecita para seguir arrastrándose. Sentía vergüenza de su condición. Ansiaba su belleza de antaño.
Y a la vez se preguntaba qué es belleza. ¿Tal vez alguien podría encontrar bellas sus arrugas o su pelo nevado recogido hacia atrás?
Innumerables publicidades obligaban a la gente a pensar que belleza es solo un cuerpo lleno de enormes curvas y cubierto siquiera por 2 centímetros de tela. En ella no había belleza.
Se sentó en un banco mientras buscaba incansablemente miradas en los espectros que caminaban. Intentó buscar el cielo para encontrar al menos un sol, que sin importar los años ni la belleza, la encandilaba. Pero sólo encontró cables y más cables sobre su cabeza. Los únicos sobrevivientes del siglo pasado habían sido los árboles, majestuosos, respetables, pensaba.
Tantos pasos a su alrededor que le costó sentir unos pequeños que venían a toda la velocidad que sus pies le permitían. Vio a la pequeña casi cuando se sentó al lado de ella. Su boquita se movía queriendo decir algo, pero no decía nada.
Hasta que por fin le dijo: Abuelita, ¿por qué te habías ido?- Y la abrazó tan fuerte que no supo si las lágrimas le corrían de dolor o de emoción.
En ese momento sintió que salía de su invisibilidad de a poco. Sintió que iba descascarándosele la piel, como si fuera rejuveneciendo.
Se le cayeron los años lentamente, primero 10, 20, fue abuela por primera vez. Sus hijos se fueron de la casa. Vio a sus hijos pequeños. Quedó embarazada. La invadió la belleza, cobró vitalidad, y comenzó a correr de la mano de la pequeña vigorosamente.
De a poco sus pasos se hacían insignificantes, pues sus piernas se acortaban . Tenía 12, 10 años y le sonreía a quienes pasaban. Tenía 8 con su cabello al viento, pero más lento. Tuvo 5, le costaba un poco más mantener la velocidad. Hasta que se le olvidó correr, incluso cómo caminar, y cayó derrotaba, pequeña, rolliza.
Sintió como nuevamente entraba en el vientre de su madre, pero ahora era doloroso para ella, y sentía contracciones por todo el cuerpo. Puntadas que no podía alejar. Lloraba desconsoladamente, mientras iba ingresando y sintiendo la tibieza de ese líquido, antes tan confortable.
Como rebobinándose pasaron 9 meses, y ella lo único que quería era concluir esa etapa, dejar atrás esta vida de invisibilidad, y ausencias que la rodeaban. De ojos que no la miraban. Presencias que no lograban percibir la inmensa belleza detrás de su rugosa piel.
Llegando al momento de su concepción decidió abandonar esto que decían llamarle vida.
11.45 pm


Texto agregado el 07-02-2005, y leído por 137 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
22-02-2005 majestuoso, con un final de antologìa, me convenso cada vez mas de tu talento, deberian becarte para q publicaras todoas tus maravillas, este si q me gusto, esta expectalular, cuando te leo pienso "q cresta hago yo escribiendo", un derroche de talento. pablofredes
 
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