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“Cero Dignidad” Angela López Mazuela. Ella me dijo que era solitaria. Conversaba poco, eso era un hecho. También me comentó de su afición al baile, de su fanatismo por la electrónica. Yo me las di de sabihondo, pero igual metí la pata. Se molestó un poco cuando me referí a “tecno” en vez de “electrónica”.¡Ignorante!, me replicó furibunda. Después, sorpresivamente bajo la guardia. Se calmó y me dijo que era de carácter fuerte, que no le buscara el odio, pero me perdonaba mi falta de conocimientos, que todo eso era un movimiento en boga, de última; lo que antes habría sido llamado “in”, y que hoy era de lo más “top”. Top, pensé, es la segunda parte de la marca de mis galletas favoritas. Recién horneadas, podían traspasar todo el paseo Ahumada con su olor fragante impregnado de vainilla. Y ahí me quedé enajenado, observándola, creyendo que si me le acercaba, olería idénticamente, igual de rica. Luego, sin provocación alguna, noté que su ojos se tornaron tristes. Aún así, me miró con ternura, se me acercó y me preguntó si quería besarla. Impactado, le respondí que sí. Me dijo de vuelta que era un tarado, que no tenía idea de cómo tratar a las mujeres. Me quedé plop y pensé, ¡pucha la mina pa’ rara! Si ella misma fue quien me lo pidió. Entonces, afloró en ella una risa diabólica, juro que era el mismo Satanás en persona. Me grito que era un tonto y que no comprendía nada, que era afortunado si alguien, alguna vez se volteaba a mirarme siquiera. Y yo, mudo, me quedé sin saber que hacer, si decirle ¡loca!, ¡enferma!, o darme la vuelta sin reaccionar, sin mover un solo músculo de mi rostro. Me habían dado un golpe muy bajo. La tentación era grande y pude haber sucumbido ante su espíritu bélico, ante su demencia, pero luego pensé, capaz que sea simplemente una treta de mina cuatica y me esté probando para ver como reacciono. La miré fijamente, se meneaba de un lado a otro y claro, yo no era de fierro. Supuse que quería bailar. Me apresuré en hacer lo mismo. La imité y de hecho, prontamente como que vi asomar una sonrisa, juro que se iba a instalar en su rostro y ahí fue cuando se me ocurrió...¡bailamos! exclamé. ¿Y para qué?, Respondió la huevona. Como te estabas moviendo, pensé que... Pensaste mal, esto se baila sola, ¿acaso no lo sabes? Me restregó mi ignorancia. Ah, la famosa “electrónica”, le dije en son de desquite, pero ni pesco. Ahí supe que la mina no quería nada conmigo. Me senté, me levanté las mechas aplastadas por el gel pegoteado entre mis cabellos y solo atiné a apoyar mi cabeza sobre el barandal. La Twnky seguía de pie, contorneándose como si nada, como si yo no existiese. Cero onda; yo era uno más del montón para ella. Entonces, medité. Claramente vi dos opciones: 1. Me largo sin decir ni pío; 2. Me quedo sin decir ni pío. Ni la una ni la otra, no hice nada, al contrario, continué martirizándome pensando por que actuaba de ese modo. Sencillamente para ella, yo poseía cero style, cero onda. Y luego, de puro picado, comencé a ennegrecer mis pensamientos...y que tanto; no es tan rica, no es tan flaca, no es tan pechugona ni es tan blanca. Es teñida. De capa caída, no me quedó más remedio que ahogar las penas en la forma más antigua y con el único fin de reivindicar al macho cabrío que todo hombre lleva dentro. Me pedí un vodka doble, sin hielo y sin tónica. Me lo zampé al seco. Al principio no me pasó nada, me sentía ídem, nada que decir o reparar. Sin embargo, la historia pronto sería otra. Transcurridos unos cuantos minutos, caché que la Twnky se veía rara, medio borrosa, medio brillante. Me habló algo pero no le entendí ni media palabra. La música seguía sonando pero yo la escuchaba como a kilómetros de distancia. Todos comenzaron a dibujarse como verdaderas caricaturas animadas. Se movían como tal y actuaban ídem. Luego pensé...me hizo mal el vodka. Cerré mis ojos y tiré una de mis manos hacia un costado. Recordé el efecto “ancla” impartido con excelencia en mis primeros años de carrete universitario. Pero nada, la marea subía y subía, el mareo también. Al abrir los ojos, la histérica chaperona de la Twnky (prima solterona con aires de pendeja venida a menos) se me acercó. Molestar, ese era su único ánimo: ¡Estás borracho!, Me dijo. No vales un peso así que bla, bla, bla, bla... Entonces me dije, tengo dos opciones: 1. Decirle que se fuera a la punta del cerro. 2. Decirle que se fuera a la punta del cerro y que se llevara a su prima consigo. No alcancé a exteriorizar mis pensamientos pero como que adivinó, no supe que más. Igual entendí el mensaje cuando vi a la Twnky alejarse por entremedio de la gente. Para variar, no dije nada. A esas alturas mi dignidad estaba por el suelo. Más tarde, abandonado a mi suerte y con un resto de orgullo en el bolsillo, me senté a ver si se me pasaba la estupidez. El mareo se disipó y ya estaba en condiciones de reincorporarme así que decidí ir a dar una vuelta. Cerca del escenario vi a la Twnky y a la odiosa de su prima. Me escapé, no quería verme ni parecer tan arrastrado, aunque lo fuera. Me di la vuelta entera y volví al rincón de los olvidados. Llamé a un tipo cualquiera y le ordené otro vodka. Esta vez, con hielo, tónica y una rodaja de limón para acompañar. La música bajó sus decibles transformándose en algo suave, sutil, acogedor y menos invasivo; escuché a alguien por ahí decir que era “lounge”. Pensé...bueno, no esta mal, no está nada de mal. Cerré mis ojos por enésima vez y sentía que al menos, esa noche, estaba bien divagar, no ser tan obsesivo, dejar de pensarlo todo y porque las minas me rechazaban por montón. Sí, en verdad era bueno divagar, total, no tenía compromiso, me habían rechazado una vez más, si, es cierto, pero que más da, tampoco insistí, no era guata de foca o algo por el estilo. Por lo menos, había quedado medianamente parado ante tamaña embestida. Entonces, era justo ser condescendiente conmigo mismo; me ajusté a las circunstancias, me levanté y fui al la pista. Cerré mis ojos y tan sólo me dejé llevar por la melodía. Era buena, era suave. De pronto, y aún con los ojos en el limbo, noté que chocaba con alguien. Seguí su juego, su contacto decidido, no dije nada. Me tomó por el brazo y yo cogí su mano, la acaricié y sin decirle palabra alguna busqué sus labios. La besé, ña besé con desgarró, como si fuera el más ardiente de los amantes. No sé si fue el trago, no lo tengo claro. Solo supe que era la más dulce y sabrosa boca que jamás había besado hasta esa noche. La abracé y deslicé mis manos por su espalda. Al tocarla y reconocer sus huesos desencajados supe que era ella, la misma que me había despreciado gran parte de la noche, sin explicación, con burla y espinosamente. No entendía mucho, pero tampoco me importó, finalmente, eso era lo que deseaba, besarla, tocarla, saber que era de carne y hueso, como en mis sueños, como en mis fantasías. Lo supe todo por sus movimientos entre mis piernas, lo supe todo porque después de observarla y abrir mis sentidos para contemplarla, solo me miró y se alejó sin decir una sola palabra. Sí, ahí lo supe, no tenía idea que cresta quería la mina, pero a esas alturas, muy poco me importaba.

Texto agregado el 07-02-2005, y leído por 240 visitantes. (0 votos)


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