Érase una vez, en un lindo cajón, un quezo y un jamón. Ambos vivían felices entre embutidos y comestibles. Eran muy buenos amigos. Un día, los dos salieron a ventilarse un poco. Estaban muy frescos los dos. Y sin darse cuenta, entre sodas y fernets, fueron sorprendidos por una oleada de escarbadientes y cuchillos. Rodaron todo lo que pudieron, pero los aguijonasos de los escarbadientes hirieron al quezo. -Me dieron -exclamó el lacteo. Ante tal escena, el jamón se detubo y exlamó un gran "¡¡¡¡NOooooo!!!". Con poco tiempo para apenarse y rendir homenaje, siguió desaforadamente un camino muy "picado". Mirándo hacia atrás, viendo como lo alcansaban tenedores, cayó precipitosamente hacia un abismo por abajo de la mesa. En el piso, algo confundido y golpeado, creyó estar a salvo, pero cuando quiso volver a la fuga, allí apareció el can del hogar. Completamente horrorizado, dió toscos movimientos. Saltando y tropezando, volvió a caer. Era su fin. Pero justo allí una pierna se interpuso entre el perro y el jamón. Tubo suerte; allí no fue advertido. Siguió su recorrido agitado y machucado, casi llegando a la heladera. Pero la mascota regresó por el otro lado. Nunca más se supo del pobre Jamón y su amigo el Queso, tan bien recordados aquella semana por sus compañeros tomates, salames y bondiolas.
----Este cuento fue creado el 02/08/2004 dentro del topic de "Improvisaciones" de Egelforum.com.ar
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