Se hizo sangre aquella noche tratando de comprobar si aún seguía viva, pues pese a todo ya ni lloraba, ni una sóla señal de humedad en sus ojos negros, era como contemplar a una muerta en vida, mirar a nadie... Y mientras se golpeaba una y otra vez tratando de perder la conciencia para olvidarse de todo lo que tanto le había herido deseando no despertar nunca, y aún entonces tenía la esperanza de que la sangre que empezaba a derramarse por su velo de suicidio fuera drenada por su amado que no llegaría nunca. No sentía nada, no sentía el dolor, ni tan siquiera la cruel sensación de vacío a la que estaba acostumbrada producto de los contiguos abandonos a lo largo de una vida absurda, totalmente efímera... Él se había llevado lo que quedaba de ella, se llevó su corazón hasta conventirlo en piedra y así no poder sentir nada... Era como un trapo sucio arrojado con rabia en el suelo, un ser miserable digno de la compasión de la luna llena que tan sólo ella podía ver... Rompió el espejo en pedazos para tratar de hacerse llagas más profundas esta vez y así provocar algún síntoma de verdadero dolor... ausencia... Era presa de la locura más incontrolable, rezaba, suplicaba, pataleaba a la vez que pedía perdón por haber tenido algún día sueños, esperanzas, ideales utópicos en una vida que no era para ella... Y aún agonizando, cubierta de sangre color carmesí previamente edulcorada seguía sin derramar una lágrima... Su inmunidad fue acompañada de el aliento frío de su último respiro a la vez que susurraba: " Si tan sólo pudiera echar atrás el tiempo..."