LA CAMA


Es un lugar común en cada casa, hospital, hotel o residencia; un lugar muy cómodo y sobre el cual descansamos habitualmente. En ella hemos sido concebidos y en ella habremos de morir, solo hay que vivirlo para experimentarlo y refugiarse en su acogedor regazo. A todo el mundo le gusta descansar sobre ella, sentirse relajado y olvidarse de todo, pero esta vez no estaba arriba, no sentía su comodidad.

El piso estaba yerto y se escuchaba a lo lejos mucho ruido, el televisor, la bocina de los carros, la música que provenía de otras casas, el hablar de las gentes y entre tanto sonido unos pasos se acercaron; sentía que mi espalda se partía en dos mientras admiraba las tablas de cedro que sostenían el colchón de su cama. Gire de pronto la cabeza, muy lentamente y de repente vi las pantuflas de algodón que sostenían aquel cuerpo extraño, era su madre buscándola, dio una vuelta y se marcho; mi corazón palpito tan rápido que sentía que iba a explotar.

El tiempo paso y los sonidos fueron opacándose hasta caducar. Luego sentí sus pisadas que se aproximaban, eran las pisadas de ella; entro al cuarto, se acerco a la cama y por fin oí su voz susurrante que me decia: “ya puedes salir”.