Lo que uno ve, oye y siente da para mucho, sobre todo para escribir, ya sea ficción, crónica o ensayo. Algo acontecido hace poco por estos lares de la columna me ha hecho reflexionar sobre un sentimiento intrínsico a la condición de ser humano, un sentimiento que hasta la más loable de las personas que conozcamos ha experimentado, me refiero al odio. Siempre he oído que entre el amor y el odio solo hay un paso, tal vez sea cierto, pero lo que si es seguro es que ambos van por caminos diferentes aunque paralelos, los dos son completamente subjetivos se puede amar y odiar a una persona sin conocerla absolutamente de nada, se ama desde el desconocimiento y se odia desde el desconocimiento, sin contacto alguno, todos saben que existe el amor platónico pero el odio platónico va por ese camino paralelo que más de una vez se pisa en algún que otro cruce. Desde pequeños nos enseñan a odiar, es curioso, el odio es igual que el folclore, la religión o el idioma, al mismo tiempo que aprendemos las canciones populares, los bailes del pueblo o el padrenuestro también aprendemos a odiar, un ejemplo, aquí en España desde pequeñito nos enseñan a odiar a los franceses, a los ingleses, a los moros, a los portugueses, no perdón, a los portugueses nos enseñan a ignorarlos, bueno ya saben a que me refiero, si usted que me lee es argentino o chileno ¿a quién le han enseñado a odiar desde pequeño? Claro que estos odios producto de siglos de guerras se han quedado en chistes hirientes y en miradas desconfiadas. El odio es muy peligroso, no lo saben ustedes bien, es un grano en el culo porque el odio duele y como no se cure se encona, se infecta y se convierte en una mina de pus, entonces el odio deja de ser odio y se transforma en un monstruo llamado rencor, el rencor se mete en la tripa, en el corazón, en la cabeza y cuando ya ha minado todo nuestro cuerpo solo sabemos sacarlo de una manera, con la venganza. Ya ven, es como una bola de nieve que crece y crece y arrasa todo lo que encuentra a su paso. Me estoy poniendo muy dramático y más de uno habrá pensado “vine a echarme unas risas y este cabrón me está amargando el domingo”, esperen que aún no he terminado, quería decirles que aunque el odio es malo es necesario odiar en pequeñas dosis para sentirnos verdaderamente humanos, por ello voy a recomendarles algunos odios, yo los llamo “odios justificados”, serían los siguientes:
- Odiar a la suegra, si eres el yerno o la nuera.
- Odiar a los taxistas, no digo el porqué pues no puedo superar las 600 palabras y llegaría a 3000.
- Odiar a un vecino, elige a cualquiera , siempre tendrás algún motivo.
- Odiar al jefe, este odio es necesario para una buena salud mental.
- Odiar a los ricos, es el consuelo de los pobres.
- Odiar a tu hermano, solo en caso de que te llames Caín.
- Odiar a un cuentero, tienes cuatro o cinco que les encanta ser odiados.
No sigo pero seguro que se les ocurrirá alguno más, pero ya saben en pequeñas dosis y mírense el culo de vez en cuando para que ese grano no engorde demasiado.
Rafa está columna va para ti, "que ere er mejó".
Luis Barrasa Martínez(Barrasus) Sevilla 6 de febrero de 2005 |