Mira por la ventana, ¿son esas luces de la torre su horizonte? Entra por sus ojos la imagen de la noche, las nubes tapan las estrellas, las luces de la ciudad rellenan con irrealidad todo el cielo, es lo irreal tan rosado como su mente ahora...
Sus ojos ven la oscuridad, pero su mente ve en todo el reflejo de algo más. No ve ventanas frente a ellos, ve dos ojos de mujer, y su rostro, que se continúa.
Esa visión es la demostración de que en definitiva es el corazón quien lo dirige, no su cerebro.
Sabe, con seguridad, que la ama. No intenta ya comprender el por qué. Los dolores de ella, los sufre cual si estuvieran confundidos en fantástica amalgama. Desde lo profundo de su ser esos dos ojos felinos lo siguen, dondequiera que se dirija. Todo lo que escucha le recuerda a ella. Ansía, desespera, se angustia con el próximo encuentro. Sabe que ella jamás lo notará. Todo lo que tiene de malo la premonición son como juegos conocidos para él.
Teme la maligna personalidad de las mujeres, sabe que esos dos ojos pueden quitarle todo. Teme tanto poder en alguien aparentemente frágil e inofensivo. Desconfía...
Puede verla, entre sueños: ella no toca el suelo y va rodeada de profundo silencio, pasa junto a él, su mirada severa se concentra en él, el silencio es sagrado. También la intuye al despertar y descubre que su primer pensamiento es para ella...
Sagrado silencio aún...
Cada vez que la recuerda observa a través del vidrio, intuye su rostro entre los edificios, al salir a la calle, el perfume de la piel de ella, es una reminiscencia, que capta un fugaz momento y se desvanece.
Detrás de todas las puertas cerradas, silencio. Intuye cuál puede ser la puerta correcta. Sabe que es probable que jamás sostenga la llave entre sus dedos. |