Carlitos acaba de cumplir nueve años. Es un niño espigado, de facciones correctas y un aire desenvuelto que le granjea la amistad de todos los compañeros de colegio. A tal extremo que le distinguen con la consideración de jefe o cabecilla de grupo.
Carlitos acude puntualmente a la escuela regida por doña Remedios, maestra muy puntillosa en el cumplimiento de las obligaciones de los alumnos, al propio tiempo que se muestra afable y cariñosa con aquellos estudiantes que se manifiestan aplicados y obedientes, entre los cuales no figura Carlitos, siempre dispuesto a jugar y crear barrabasadas que encolerizan a doña Remedios y le hacen proferir más de un grito de atención.
Esta tarde, a través del móvil, Carlitos se ha puesto en comunicación con los amigos más afines y les ha sugerido hacer novillos para ver una película de las que a ellos les gusta. Casi todos se han negado a acompañarle, temerosos de las consecuencias que pudiera acarrearles, la falta de asistencia a la escuela, tanto con doña Remedios como con sus respectivos padres.
A la vista del fracaso sufrido, Carlitos ha llegado a la lógica conclusión que para ver una película para nada necesitaba de compañía, y ha decidido actuar por su cuenta y obrar en consecuencia. En cuanto ha terminado de comer, ha salido de su casa previo dar un beso a sus padres y coger la cartera con los libros A una regular distancia de su casa, desde la cual ya no podía ser observado por sus progenitores, se ha parado y dejando la cartera en el suelo, se ha provisto del móvil que llevaba sujeto al cinturón y ha marcado el número del colegio. La persona que le ha contestado era la propia maestra, con la cual ha mantenido la siguiente conversación:
-Buenas tardes, doña Remedios le llamo para decirle que esta tarde Carlitos no podrá asistir al colegio, porque está enfermo y ha tenido que acostarse en la cama.
-Cómo lo siento. Que no sea nada y pueda volver pronto a sus estudios. Oiga, ¿y usted quién es?
-Soy mi papá.
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