Mis amigos cuenteros:
Con afecto los saludo; inició esta carta sin sobre con palabras de Baltasar Gracián (1601-1658), autor español de obras didácticas, quien forma con Francisco de Quevedo la pareja más destacada de los grandes prosistas del conceptismo barroco: "Advertid que no hay otro saber en el mundo todo, como el saber escribir una carta".
Y viene a relación, porque observo con pesar que el género epistolar, otrora oficio de escribanos, privilegio de poetas y refugio de grandes pensadores, en nuestros días vive prácticamente ignorado. A no ser por una que otra obra literaria que aparece al año, como la recién publicada con el título de "La silla del Águila" por Carlos Fuentes, permanecería en el olvido en materia de producción.
Al través del tiempo, al proceso de escribir cartas se le ha considerado la mejor forma de ejercitar el alma. El poeta Pedro Salinas dejó escrito: ''Yo sostengo que la carta es, por lo menos, tan valioso invento como la rueda en el curso de la vida de la humanidad".
Sin que quepa duda, y pese al desuso en que ha caído, el género epistolar goza de una tradición que le distingue como uno de los medios de comunicación más expresivos y trascendentes.
Petrarca calificó las Cartas Familiares de Cicerón como verdadero tratado del tema. Recordemos el epistolario histórico de Platón a Dionisio, o las 124 epístolas que Séneca dirigió a Lucilio. No podemos olvidar las Cartas ejemplares, de Horacio y Ovidio.
Según los géneros literarios, amigos cuenteros, la epístola debe reunir determinados requisitos:
* Debe escribirse a manera de una carta formal, dirigida siempre a una persona o grupo de personas definido. El destinatario puede ser alguien real o imaginado.
* Su contenido puede ser diverso, pero al través del tiempo se han preferido los temas filosóficos o morales, como las Epístolas de Horacio, o sentimentales y románticos, como las Heroidas de Ovidio.
* Fueron los romanos quienes implantaron la norma de dividir la epístola en cinco partes: Salutatio (saludo), exordium (preámbulo o introducción al tema), narratio (desarrollo del tema), petitio (petición al destinatario) y conclusio (despedida).
* En la antigüedad, las epístolas se escribían en verso, pero no es requisito indispensable, también las hay en prosa.
En los registros políticos de Roma se puede encontrar la cadena epistolar atribuida al poeta Catulo, llamado El insobornable. Consistía en una serie de cartas que se hicieron circular en la época de Julio César bajo la firma de: ''Consejo de los veinte", integrado por personas prominentes que tenían como lema: ''Muerte a César, por nuestra patria y nuestros dioses". Cada receptor debería enviar, en el mayor secreto, carta semejante a otros cinco ciudadanos.
Entre los apóstoles cristianos, destaca San Pablo, considerado gran maestro del género; escribió 14 epístolas dirigidas a siete iglesias y a sus discípulos Timoteo, Tito y Filemón. Y así, podría seguir nombrando cartas famosas o históricas, como las "Cartas de viajes, de Cristóbal Colón", o las "Cartas de relación, de Hernán Cortés" y las tres epístolas, de Galileo.
En nuestros días, mis amigos cuenteros, permanece sin explorar a fondo la contribución del género epistolar en la literatura, aunque no han faltado intentos, los que se acrecentarían en la medida en que la epístola se reivindique como un medio de comunicación, en algunos casos terapéutico, en tiempo de desbordamiento tecnológico que aísla a las personas en vez de unirlas mediante un diálogo inteligente.
Hoy, mis amigos, quiero invitarlos para que cultivemos este género literario, el género epistolar, canal de un diálogo meditado, inteligente, profundo, para contribuir de alguna manera a su reivindicación, tan importante en esta época en que el chat, el mail, el móvil o celular, como quiera que se le llame, han contribuido más para limitar la comunicación que para profundizar en ella.
A la espera de sus cartas, queda su amigo: Borarje
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