Renace mi escritora…
toma vida ajena…
se transforma en letra…
Nunca, padre mío, naciste entre clarines,
las flores fueron tu vida
y su tallo tu alimento.
Mirabas como infante la verdura de los campos,
y desde allí mirabas el horizonte desdibujado,
ajeno y propio, propio y ajeno.
Supe de tu existencia
y apenas tuve tiempo de mirarla,
recuerdo el trueno,
la lluvia…
tu lluvia,
el ojo empequeñecido,
y tu mano fuerte.
Recuerdo tu lluvia...
la hago mía esta noche,
y la comparto con mi siempre fiel escritora.
Sé de tu existencia por el eco de tus pasos,
sé que guardarán el roble que me he construido.
No sé porque despiertas mi aletargada pluma,
¡por qué aligeras su paso!
¿por qué esta noche la haces tuya?
Mi letra es como mi espíritu:
confundida ante el universo de palabras,
confusa,
entendida,
sólo para quienes como yo,
gustan de la perversión
que causan los secretos de familia. |