Aparezco hoy, buscando respuestas perdidas: pérdidas en mi cabeza, buscando tanto y desesperando por encontrarlas que no se ni qué busco, pero busco siguiendo buscando bosquejos de ideas nuevas y bellas. Pasan corriendo, flotando, tomo uno pero se va, como se va el humo del cigarro volando sobre mi mano, como el sonido del eco se va deshaciendo, dejando solo vestigios de arpegios e ilusiones melódicas de hablar con retórica.
Me miro, me toco, veo este cuerpo tan conocido: ¡qué extraño! Estoy inquieto, divagando en el infinito espacio de la introspección, región tan grande, que es imposible resistirse, pero sigo creyendo que puedo y no puedo comprender por qué no puedo.
¿Estaré haciendo lo correcto?... y vuelvo de necio a cuestionarme ¿qué es lo correcto? Y resulta que no hago nada, ni siquiera lo incorrecto, que sería más correcto que vivir dudando de mis dudas y cuestionamientos.
Creo he caído en burdas ideas: absurdas idealista, peleadas con la materia, pero sin dejar de reflejarla, de intentar sobrepasarla cosa que me lleva a nada, a dejar que el tiempo siga corriendo. Mientras trato de atraparlo en un momento guardado en mi memoria, provocando que tan sólo un momento sienta gloria. Quiero que sea lento, que rime con la rima mal rimada, del sonido que producen las letras leídas, mas no habladas, tergiversadas, por el mismo intérprete: La mente, que miente, cuando no se le quiere requiere mentiras en tiras que estiras hacia la verosimilitud de un ataúd, hecho de la misma madera y manera que los pensamientos inventados por un loco creyendo que nadie lo ha inventado.
El objetivo vivo y altivo de esto que digo, no está bien definido, funesto dirán algunos, pero no es por esto que lo escribo, ni por afinidad al existencialismo. Jumento soberbio que soy al poner a hablar y a inquirir sobre la ignorancia del ansia, que ansía dejar de ignorar. Atentando contra la vida del pensamiento, rompiéndolo en cientos de dolos, que defraudan hasta al mismo fraude de un argumento sin cimientos, argumentando tenerlos.
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