Andrea era una adolescente uqe vivía en un piso de un barrio de Madrid.
Un dia, sus padres salieron a dar un paseo, como todas las tardes, y quizas se sentarian a charlar mientras toman un café. Y lo más probable es que no llegaran hasta la hora de la cena.
Silvia, la hermana de la joven, era unos años mayor que ella y había salido a la vez que sus padres.
Andrea quedó sola durante toda la tarde. por su tierna cabeza no hacian más que pasar terroríficas ideas a causa de los ruidos que procedian del interior del piso.
Ella, atemorizada por el pánico, quedó acurrucada en un rincón de su sofa de terciopelo azul vigilando cualquier movimiento que se produjese.
Por una ventana interior del salón que comunicaba al cuarto del matrimonio, vió a través de las cortinas una sombra que se acercaba lentamente hacia la puerta.
De repente, sonó como se abria la puerta de la calle, era Silvia.
- Hola, ¿no han llegado aun?
- No. -Le contesto ella.-
- Bueno, pues me voy a bajar a fumar un pitillo.
_ Te acompaño. -Ledijo con voz temblorosa.
No se atrevía a desviar la mirada hacia el interior de la habitación.
Bajando por las escaleras no podía quitarse esa escalofriante imagen de aquella sombra merodeando por el dormitorio.
Salieron del portal y doblaron la esquina el edificio, nada más lo hicieron, Andrea elevó suavemente la cabeza hasta dar con la ventana de su salón y asustada le preguntó a su hermana:
- ¿Ves esa sombra que hay en la ventana?
- Sí, será un cojín.
Anrdea no estaba tan segura, ya que recordaba perfectamente que no había dejado ningún cojín en aquel tramo de ventana.
Después de haber perdido de vista la ventana y fumado el cigarro, volvieron a pasar por al lado del muro del edificio al qeu daba la ventana; y allí seguía la sombra, inmobil y en el mismo lugar en el que estaba anteriormente.
La adolescente iba rezando todo lo que sabía, mientras subian las interminables escaleras que esta vez se hicieron realmente breves.
Silvia, que iba en cabeza, introdujo la llave en el cerrojo y abrió la puerta. Al entrar encendió la luz e iban de camino al salón, pero para llegar hasta el tendrian que pasar de nuevo por delante de la temida puerta del dormitorio.
Andrea con el corazón palpitando más fuerte que nunca, al pasar por delante de la habitación vió otra vez aquella sombra que se apresuraba hacia ella y cada vez iba más rápido, ella giró la cabeza e hizo como si no hubiera visto nada.
En ese mismo instante notó una mano huesuda que presionaba su hombro.
Un grito de terror ensordeció a todo el vecindario.
Un gran golpe sono a continuación.
Fue el ruido del cuerpo de Agustín al caer contra el suelo. Andrea no se acordaba de que su abuelo estaba durmiendo la siesta y lo mató de un infarto.