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-¡Engarnio, somos cinco!

-¿Qué no te acuerdas de mí?, si éramos bien cuates.

-Carajo, déjanos entrar, vengo vestido con una camisa que costó más que la colegiatura de mi hermano en la escuela de los maristas. Los pantalones de mi novia, por lo que pagó, no sólo deberían levantarle las nalgas sino hasta debería parecer J Lo.

En fin, la noche fue un fiasco, nunca entramos a la discoteca de moda de la urbe principal. Los cadeneros tienen 5 minutos de poder y yo agradezco que el barbón de aquella isla sea el dictador y no ellos. Mi carcacha nos espera al lado de un fulano que cobra por estacionarla lo que un hombre con más decencia y menos pudor hubiera cobrado por una
buena lavada, encerada, aspirada de interiores y hasta una mamada por la propina que le dejé.

-No, no me quejo más mi amor, pero mira la ciudad en la que nos tocó vivir, el tráfico, la inseguridad, la falta de cultura de la gente y encima de todo, la discriminación de unos hacia otros. Los ricos sienten lástima y desprecio por los pobres, los pobres sienten rencor y
odio por los ricos, y la clase media está jodida, porque los pobres te ven como rico y los ricos te ven como pobre. Sólo nos queda discriminar a los que nos gobiernan, pero ¿qué podemos hacerles?; Si va el cántaro a la piedra o la piedra al cántaro, igual es mal para el cántaro.
Mejor será no tenerlos de enemigos.

Mi novia debía llegar temprano a su casa, así lo decidió mi suegra, después de todo aún sigo batallando para que ella me quiera, mis intenciones sólo fueron llevarla a bailar como todas sus amigas lo hacen. Ella no me lo dice pero sé que se siente extraña cuando la llevo a conciertos de mi amigo músico que compone contemporánea para oboe y piano,
o a las obras de teatro en los auditorios ocultos en pequeñas calles con actores improvisados y escritores desconocidos que sólo quieren que su historia sea contada.

-Oye mi amor, me hablaron mis amigos, parece que hay una fiesta en casa de uno de ellos y nos invitan. Sé que ahí no se baila mucho, pero al menos promete que pasaremos un rato agradable. Además, está cerca de tu casa y podremos regresar a tiempo para que tu mamá no se enfade.

Camino a casa de mi amigo nos detuvimos a comprar una botella de un ron Bacardí blanco, hielos, cigarros y refrescos. De cualquier forma eso sería mucho más barato que ir al antro aquel. Sé que acabaría yo jugando dominó con unas copas encima y mi novia con las novias de mis amigos platicando de la telenovela de moda y el actor de barba partida que
tiene pectorales peludos y de acero.

-¡Déjame ayudarte hombre!. A penas son las 11 y tú ya estás vomitando. ¿Cuántas botellas se han acabado?. Ven, súbete al coche, ahorita te llevamos a tu casa para que descanses.

¡Carajo! y carajo mil veces más. No es posible que mis amigos sean tan infantiles y tan estúpidos. Al llegar a la fiesta ya no había fiesta. Unos estaban peleando, otros brindando por el triunfo de la selección de fútbol y los más estaban tirados en el piso dibujando ángeles. Mi amigo estaba adorando al ídolo de porcelana (es la forma coloquial de
decir que volvía el estómago en el escusado), y yo me vi con la responsabilidad de devolverlo a su casa. No le hizo gracia a mi novia.

-No te enojes mi amor. Todavía queda suficiente tiempo de llevarlo a su casa y volver a la tuya temprano. Además dime, si tu amiga que vive del otro lado de la ciudad te necesitara, ¿no irías a ayudarla?.

El tráfico nunca es un buen aliado, tras llegar a casa de mi amigo y prepararle un café, el reloj me gritaba que saliera disparado a casa de mi novia para evitar conflictos. Arropé a mi amigo en su cama con una cubeta y una toalla al lado y corrí al coche donde ya me esperaba mi novia.

-Ay amor, te preocupas demasiado. Segurito tu mamá ya está dormida, si no ya hubiera llamado a tu teléfono o mandado un mensaje. Vas a ver que todo va a salir bien.

Al llegar a su casa no pude evitar soltar una exclamación de espanto; el grito apanicado más estruendoso jamás escuchado fue la respuesta ante el susto que me llevé al ver a mi suegra en tubos y bata con una cara de enfado que Mr. Hide envidiaría y un reloj más grande que las llantas de mi coche indicándome que estábamos tarde.

-Perdóname linda, dile a tu madre que hicimos un gran esfuerzo por estar a tiempo pero las circunstancias no nos lo permitieron. Yo te buscaré para salir la próxima semana. Te amo.

Como era de esperarse no hubo beso de despedida, ni siquiera una palabra. Entonces volví a mi casa y recostado en mi cama agradecí que la semana tuviera más días laborales que de descanso. FIN

Texto agregado el 31-01-2005, y leído por 321 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-06-2006 Excelente manera de narrar y muy originales los "diálogos". Espero ver otro igual y q me leas en el futuro. rumba
02-02-2005 Muy bueno, me gustó (la forma, el estilo). Seguiremos leyéndonos. raulsegrob
 
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