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DIVERGENCIAS FRENTE A UNA PUERTA ENTREABIERTA


¡Uy! Se han dejado la puerta mal cerrada. Pero, ¿si ahí no vivía nadie aún? Por lo menos en el buzón no han puesto los nombres, o eso creí ver hace un rato. Se la voy a cerrar... ¿Y si les sienta mal? Porque hay gente pa tó. Basta que estire la mano para que la abran y me vean así, y se piensen, no sé, sería una situación muy ridícula. Me tacharían de cotilla, ¡qué mal comienzo! Ya no podría mirarles igual, porque aunque no dijeran nada, yo siempre dudaría, y no volvería a mirarles igual, ¡qué vergüenza! Y estos tienen que ser raros, poco sociables, porque, señor, si llegas a una casa nueva lo normal es que te presentes: “Hola, somos Fulanito y Menganita, vecinos del Quinto A, encantados...” Y ahora yo me vería con la libertad de cerrarles la puerta con la mayor tranquilidad, “Fulanito, Menganita, que iba a la azotea a tender y he visto que teníais la puerta mal cerrada, y os la he cerrado”, y santas pascuas, hasta me lo agradecerían. Pero, ¿cómo voy a hacerles eso a unos desconocidos, sin saber cómo podrían reaccionar? ¿Y si están subiendo la compra, se han dejado las llaves dentro y no tienen otras? ¡Quedaría fatal!, y eso que intentaba hacer un bien. “La entrometida del Tercero B, a ver quién le mandaría a ella...” Vamos, vamos, encima, ¡anda ya! Yo sigo a lo mío y punto, total. Aunque podría empujar la puerta un poquito, así como la que no quiere la cosa, muy flojito. Con nada que se abriera podría ver si tiene la luz encendida o no, si hay gente... ¿Qué más da? Yo la voy a empujar, a lo mejor escucho algo. ¿Te imaginas? Todo oscuro, la abro, voy entrando despacio, en silencio, y me planto en el dormitorio y los veo a los dos en la cama desnudos... ¡Qué cara pondrían! Ahí sí que me tacharían de cotilla, pero, ¡qué imagen! “Es que la puerta estaba abierta”, podría decir yo, bueno, en realidad mal encajada. O mejor, entro despacio, en silencio. Se escucha ruido como de agua, una puerta cerrada. La abro y aparece ante mí un Hércules desnudo, duchándose, un David de Miguel Ángel, un Antonio Banderas proporcionadísimo, mirándome con cara lujuriosa. No le habría molestado la intromisión, en absoluto, todo lo contrario. Con una mano me invitaría a pasar, yo empezaría a quitarme la ropa, rápidamente. A él le causaría efecto en una zona sensible, y yo, desnuda ya, me metería en la ducha, me abrazaría, le besaría, y haríamos el amor allí mismo. Sería el comienzo de una relación atormentada, porque él me explicaría que vive con su novia, y yo le hablaría de mi Paco, pero nos daría igual, porque coincidiríamos que habría sido uno de los mejores polvos de nuestras vidas, directamente. Y quedaríamos para otros encuentros furtivos... ¡Ay, qué apretones! ¿Te imaginas? Yo voy a empujarla un poquito, quién sabe... Aunque lo más seguro es que no sea así. ¿Serán ladrones? Es muy probable que sean ladrones. Ahora voy yo, carajota perdía, abro la puerta y me veo a dos cacos desvalijando la casa. “Buenas tardes, yo, esto, eh...” “Sí, sí, lista. Anda que te vamos a agradecer lo cotilla que estás hecha”. Y me lo merecería, a ver quién me manda a mí a meterme en estos berenjenales sin comerlo ni beberlo, porque, para qué engañarme, que me encuentre con Antonio Banderas esperándome en la ducha es igual de probable como que me toque el jueves la primitiva sin haber echado la combinación, ni más ni menos. Lo más natural es que estén robando, ¡y yo aquí!, cómo un pasmarote con la canasta de la ropa sucia en el costado, esperándoles. “Buenas tardes, señores ladrones”, si salieran ahora mismo, “¿les ha ido bien el hurto? A mí me da igual, total, no conozco a los dueños...” ¡Por favor! Yo me voy ya para la azotea, que a mí nadie me ha dado vela en este entierro... Vamos, vamos, ¡por favor!... Al final le voy a tener que dar la razón a mi Paco, se me va la cabeza y pierdo el tiempo en unas, ¡ay!, ¡qué me caigo!... pues eso, que soy tonta, a ver el rato tan tonto que he pasado delante de la puerta, pa haber quedao fatal. Porque es lo que pasa, hagas lo que hagas, quedas mal. Si sí porque sí, y si no, porque no. Total, si ni siquiera han tenido la delicadeza de presentarse. ¿Y si hubiera sido una prueba? Lo ves, quedo mal, porque si estaban mirando por la mirilla habrán pensado “mira que vecina tenemos”, porque claro, también puede ser que haya abierto la puerta uno de los dos y le haya dado un mareo, y ahora esté allí, tirado en el suelo con una brecha en la cabeza, porque en la caída se puede haber dado contra la mesita del salón. ¡No podría vivir con esa angustia! Fíjate, al cabo de los días, la policía diciendo: “se golpeó en la cabeza y comenzó a desangrase. Vivía solo (o sola). Si alguien lo hubiese visto...” ¡Qué cargo de conciencia! Cómo ahora al pasar siga abierta... Si hay alguien se lo podría contar, “¿estáis bien? No, es que temía que os hubiera dado un mareo...” Para qué engañarme, la gente es muy mal pensada, “¡no es cotilla la vecina!”, y eso que es por hacer un bien... A ver... ¡Mira! Sigue mal cerrada. ¿Qué habrá pasado? Pues yo la voy a empujar, muy poquito, así con el pie, a ver qué pasa... A ver... No, no, no. Que basta que lo haga para que abran, y si me cogen así... Pero, ¿qué más me da a mí? Si no que la hubieran cerrado bien. Pero claro, también podría entrar alguien. Si viene alguien pidiendo. A lo mejor han salido y se la han dejado así, y ahora viene uno pidiendo y se encuentra con Jauja, y todo por mi culpa. ¿Me gustaría que me lo hicieran a mí? Pues eso, que eso es de buena cristiana, que ya lo dijo Cristo, ¿o fue San Pablo? “Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti”, la Ley del Talión, ¿o es la del Talón? No, esa es la de “ojo por ojo y diente por diente”, ay, ¡yo qué sé! Pues eso, que no me gustaría, no sería de buena vecina ni de buena cristiana dejar la puerta así. Fíjate el drama, una parejita joven con toda su ilusión, y por un despiste (y por ser yo muy mala persona) se ven los pobres sin nada. ¡Qué lástima! Yo voy a cerrarla, y que salga el sol por Antequera, total, si se han dejado las llaves dentro que llamen a un cerrajero, siempre les saldrá más barato a que le roben todo. Y yo nunca estuve aquí, ni siquiera mi Paco tiene por qué saberlo. Me da igual, yo la cierro y... ¡Uyuyuy! Va a salir gente de la casa, se escuchan voces... Yo me voy, no se vayan a pensar...

Texto agregado el 31-01-2005, y leído por 165 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
28-11-2008 Lograste describir algo que he vivido muchas veces...mi elección es siempre la de entrar... como ahora, por ejemplo, entro "en silencio y despacio" en esta puerta que has dejado entreabierta.Enhorabuena. MariaGiovanna
02-02-2005 me gustó el tema, el relato está bueno, aunque yo quizás lo hubiera acortado un poquitin. Un abrazo y estrellas para vos. Magda gmmagdalena
 
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