Persigo tu voz,
en el silencio, en la soledad,
en el vacío de las calles,
aquellas tantas que recorrimos juntos,
soñando sobre nuestros pies,
volando bajo nuestras alas.

Tantos besos ya olvidados,
marcados en la penumbra, como tristes recuerdos;
sólo las velas solitarias de mi locura
me pueden ya conducir a una cálida guarida.

Tus caricias, enmarcadas en mi piel,
turbiaron el destino de este hombre solitario
que pude ser sin ti.
No necesito tu sed de inocencia
para poder sentirme libre a tus pies;
tampoco quiero tu piedad,
pues creceré más de lo que fui.

Rencores aguardo aún por vengar,
el resultado de un juego
que nunca quise ver terminar,
sólo la retirada justa me permitió vivir.

En mis manos aún llevo las marcas de la traición,
en mis ojos sólo escondo la llama del dolor,
y mi cuerpo renace ahora entre ira y temor.

No pude acertar a regalarte una última sonrisa,
adivino que fue lo mejor
pues evitó retorcerme en tus entrañas.

Me aferro a la nada sin tu voz,
agarro el aire a manos llenas
para gritar eternamente
que será mejor así.

Peco de libertad en las horas muertas,
mascullo en la boca el sabor de la derrota,
sientiendo rabia porque nunca conocerás el daño.

Duérmete ya, amor, descansa al fin;
aléjate de lo que buscabas aquí,
huye de lo que buscabas en mi,
corre sin mirar atrás.

Sólo olvida que algún día fui para ti,
y quizás,... llegue a perdonar tu existir.