Una noche, un cenicero lleno de colillas, una tele en blanco y negro. No tenia sueño, solo pensaba en todo lo que le había sucedido dentro de aquellas cuatro paredes, ya casi apunto de caerse, solo pensaba en su futuro lejos ¿cómo serian las cosas fuera? Abandonaba una época de su vida, debía de pasar pagina y comenzar de nuevo, desde el principio, pero se negaba, se negaba en rotundo a abandonar cinco años de su vida, cargados de anécdotas, aventuras y desventuras, y todo ellos solo por sus gilipolleces, por su actitud, por su orgullo, por no escuchar a sus amigos, compañeros y profesores, paro ya nunca podría volver atrás, nada tenia solución
Allí sentada en una silla, en la terraza, con un chester a medio terminar en la mano, penso que más que nunca la botella estaba casi vacía, no-solo eso, sino que para ella ya estaba vacía. Lagrimas en los ojos con las notas en la otra mano, pensaba y pensaba
Ya nunca seria lo mismo, la gente poco a poco se olvidaría de ella, la gente es así, en cuanto desaparece alguien ya ni se acuerdan que en un pasado estuvo allí, riendo con ellos las gracias y llorando los fracasos, pero ¿quién había llorado con ella su fracaso, su error?, La respuesta la estremecía; Nadie. Ya nadie la mimaría, no seria la “niña” de nadie.
Se iba cabizbaja, pero se iba, no pudo ni irse con la cabeza alta. Se iba, abandonaba esos cinco años, cinco años de adolescencia, cinco años de “pavo” total. Empezaría de nuevo, en otro sitio, alejado de su gente, su mundo, conocería a gente nueva, compañeros nuevos, pero no seria igual, nunca seria igual
Hace un año no se planteaba irse, lo veía demasiado lejano, nunca lo imagino, nunca imagino escuchar del psicólogo: “ ¿qué harás ahora? ¿Dónde iras?”, Del despacho de aquel hombre salió con el orgullo activo, con cara y pose de “no me importa, si no me puedo quedar me voy, no me importa, me la suda”, pero no era así, la importaba demasiado, ya nunca se iría a tomar café a primera por llegar tarde, ya no volvería a saber nada de mucha de la gente que le importaba o le había importado en algún momento de los cinco años, perdería el contacto con gente que podría llamar “Amigos”, lo sabia y se lo negaba a si misma: “No, no ocurrirá, seguiré teniendo la misma relación con la gente”. Pero sabia que no era cierto y que en cuestión de semanas, tal vez meses, las relaciones se enfriarían con mucha gente, quedando tan solo el recuerdo, las cenizas de una pequeña amistad o de un sentimiento de compañerismo
Ya no podía hacer nada, la suerte estaba echada como decía su profe de Cultura clásica, Don Eloy Palomo, solo le quedaba resignarse y mantener los recuerdos en la memoria y en el corazón, donde, estaba segura que no se irían nunca
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