Su cuerpo había estado cayéndosele a pedazos. Todo es cuestión de acostumbrarse, se decía. Incluso el mantener un buen aspecto es una costumbre. Ciertamente no tenía el aspecto, que de ordinario había tenido reflejado en frente suyo todas las mañanas. Ya lo dije: el cuerpo se le caía a pedazos. Su piel sedentaria asumía un color verdoso. Un olor inconfundible comenzaba a ofender su olfato; pero él nunca había sido hombre de certidumbres.
Texto agregado el 30-01-2005, y leído por 140
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