Quiero tocar-me lloro de un ojo una lágrima larga e inmóvil luego la despido sonriente agitando un pañuelo anaranjado afuera el Árbol cobija los estertores de mi alma salgo espumando por mi boca me alejo en dos pies y lloro una vez más esta pérdida sencillamente irreparable despacio con calma lloro una lágrima amarilla y otra verde (como un huevo) quiero asistir a mi nacimiento los rincones se esfuerzan en hacer más énfasis en sus ángulos las paredes se extinguen en los rostros (perdidos sin retorno) hay un instante en que yo soy él y soy ella y soy todos los rostros y hay un instante y el tiempo no pasa o pasa de contrabando -disfrazándose de camello- por el ojo de una aguja hay un instante en que todos los ojos se cierran a las modulaciones de una voz que ya no reconocen completamente suya a-hora no hay argumento que a-pruebe la extensión dulcificada de la lluvia ahora yo nazco de ella amarrada a un silencio cansado de caer cansado de roer los huesos de la piedra me busco otra vez un poco demasiado fuera =un poco demasiado dentro= hay duendes rabiosos mordiendo en el interior estoy cansada de que mi sombra me acompañe -insidiosa- a los paseos estoy cansada también de las voces (pero no demasiado) repruebo (especialmente) esa que me sustituye en las noches y me olvida seducida a medias abandonada en la falta de aire yo la prohíbo imantada por una luz que corta la oscuridad y me multiplico con ojos cerrados )en el helado murmullo de las cosas(
Texto agregado el 30-01-2005, y leído por 119 visitantes. (1 voto)