Recién ahora soy conciente de mi carencia. Recién ahora se lo que es sentir la ausencia, soy ahora, y con todas las letras, un invidente.

La suerte fue ajena conmigo y a pesar de que nunca me molestó, aquí me tienen, ciego de nacimiento… invidente, o como quieran llamarle a los que, escondidos detrás de un, casi luminoso bastón blanco, somos dueños de las negras sensaciones que perfuman el paisaje y texturan los días . Recurrimos al sabor de las mañanas y al sonido de la espera.

No se puede amar lo que no se conoce, dicen… así que el hecho de ver, era para mí... hasta ese día, simplemente un aburrido invento de los raros normales. Desde ya, una forma, que para ser entendida, carece de la necesidad de ser tocada y palpada hasta el desparpajo, pierde todo su valor, su espíritu. Al menos para mí, está agónicamente incompleta.

Una tarde, sentado en una plaza, y abandonado a la distraída oscuridad que domina mi mirada, se presento el prodigio….la vi…. Sí, la vi.

Apareció de golpe, recortada contra el histórico negro en un batallar de color (intuyo que eso es color).
El sonido me decía que era una mariposa, una de las grandes, pero la estaba viendo…
Eso era ver?
.. y hacia donde su belleza giraba, hacia allá la perseguía mi cabeza.

Mis ojos estrenaron formas y la magia de aquella danza estalló en mi cuerpo regando por la sangre un huracán de sensaciones encontradas. Nuevas.
Quién sabe que me motivó en aquel momento a cambiar todo lo que había regido mis días hasta allí. Tal vez fue esa ridícula necesidad que tenemos los hombres… todos … de querer siempre más; de aferrarnos al milagro.

Quién puso esa mariposa allí, por que razón? Era algo que no entendía..
el hecho era que allí estaba y no me imaginaba ya sin ella.

La idea golpeó violentamente mi cabeza…. Tengo que pedir un deseo… es una señal¡¡¡¡

Tal vez la emoción, tal vez el hecho de dejar de ser un “triste ciego”. Tal vez la estupidez que todos llevamos dentro afloró como un volcán y grite con todas mis fuerzas.. DESEO VER, …DESEO VER… ESO ES LO QUE QUIERO….

Maldito el día en que aquellas palabras atropellaron el silencio.

La mariposa desapareció …también desapareció el velo oscuro, mi compañero de toda la vida. Y el silencio visual dió lugar a una catarata de movimientos y colores que no acababa de entender. Que aun no acabo.

Miré, esta vez seguro, hacia donde debía estar la mariposa … descubrí lo que los ojos necesarios me mostraban, lo que debía ser un jardín risueño de flores correctas, y parada sobre una de ellas, seguramente la mas hermosa, una mariposa negra… un pozo de vacío en la agónica postal de aquella plaza.

Su silueta se movía calando el paisaje agitando en su aletear el recuerdo de mi ceguera.

En aquel instante comprendí su sacrificio. En aquel instante comprendí también, que ella era lo único que importaba. Aprete fuerte los ojos y ya nunca los volví a abrir.
Nadie nunca supo, ni sabrá de esto…

Ahora pueden verme más bien en los lugares oscuros, por la noche, acomodando mi invidencia adoptada a la espesura.
Ahora pueden verme en este mismo banco de la plaza… intuyendo flores, imaginando formas, esperando verla, vestida de matices inventados… aparecer entre las sombras.