Tendré que hacer la maleta. Me espera un largo viaje. Un par de cosas bastarán. Una muda limpia y el traje oscuro. Para el viaje ropa cómoda. Solo voy a asistir al entierro. Después me vuelvo a casa.

Hace años que no veo a mamá. Pero todos los años le mando su correspondiente felicitación navideña. Y sus cien euros el día de su cumpleaños. "Muchas felicidades. Cómpraté lo que te apetezca". Y poco más. Con el paso del tiempo descubres que el único vínculo que tienes con tu madre tiene forma de nudo y se encuentra en mitad del estómago.

Quizá debería haberla visitado. Dos veces al año hubiera estado bien.. No me hubiera supuesto un gran problema. Pero me daba pereza. Supondría cambiar de rutina. Me trastocaría mis planes. Mejor así. Ni siquiera llamarla. Demasiada cercanía el oirnos la voz. Con la tarjeta navideña y su felicitación en su aniversario está bien.

Va a ser aburrido el entierro. El cura diciendo que era una mujer buena. Como todos los difuntos. Unos cuantos compañeros de asilo llorando y dos enfermeras acompañando a los ancianos. Después se pondrán en fila. Y uno a uno me estrechará su mano. Me darán el pésame. La compañera de habitación de mamá me abrazará. Me apretará fuerte. Derramará sus lágrimas sobre mi gabardina al tiempo que gritará: "¡Qué gran pérdida! ¡Qué tesoro se nos lleva el señor!"

Pero es mi madre. Tendré que ir al entierro.