- Buenos días... días – Escuché. Volteé, y una anciana mujer caminaba con una oscura sonrisa que enseñaba los pocos dientes que aún colgaban del interior de su boca.
- Sí ¿La puedo ayudar? - le dije
- Claro, claro... Sí. Todo bien... bien.
La miré, como a una sombra pasando por mi lado. La vi alejarse lentamente; llevándose algo que no entendí lo que era, como un sentimiento de pena, o la inquietud por llegar a una meta... No me intrigué mas, y alejé aquellos pensamientos.
Limpiaba la entrada del Bar, antes que el patrón llegara. Cogí un balde con agua y lo eché sobre el piso, y unos salpicones cayeron sobre la espalda de la anciana, agitando sus bracitos como ramas por el viento y temblando como un resorte oxidado. Me acerqué preocupado por su estado, y susurró:
- Claro, todo bien... bien...
Traté de secarla con mi ropa, y luego, cogiéndola del brazo, la ayude a cruzar la acera. Caminando a su lado, sentí que tocaba un paquete de hueso y pellejo, envuelta con viejos trapos de olores hediondos. Busqué una banca y la ayudé a sentarse. La miré, y le dije:
- Perdóneme, no la vi...
- Buenos días... días...
Sonrió, y de su mirada brotó un brillo tenue, del fondo de sus arrugados y bolsudos párpados.
- Claro... Sí. Todo bien, bien...
Me sentí mal por su aspecto decrépito, y su cansada y siseosa voz, que parecía una brisa fantasmal cruzando los dientes de su boca. La dejé en la banca, con su baba que caía por sus labios y con sus ojos que miraban más allá. Sentí un escalofrío en los huesos al creer ver algo misterioso tras la anciana, como el sonido de un abismo... Parecía reírse de lo que pensaba, como diciendo que todos caeríamos al mismo hueco.
Volví al Bar y seguí con mi tarea, antes que el patrón llegara. De cuando en vez ojeaba a la vieja, y allí estaba, con la cabeza que giraba cuando el viento la soplaba, como a una estrella de papel. La gente comenzó a despertar, y poco a poco la anciana pareció ser una persona mas que animaba y coloreaba nuestro pueblo.
Entré al Bar, y al rato llegó el dueño, lo saludé y me preguntó:
- ¿Alguien vino?
- Nadie señor. Sólo una anciana que pasó temprano, pero luego se fue.
- ¡La anciana! ¿Te habló?... - me dijo con voz temblorosa, que me puso preocupado.
- Sí. Me dijo que "todo bien, claro, buenos días” ¿Por qué señor?, me asusta su mirada...
En ese instante vimos que alguien entraba al Bar. Era la anciana... Caminaba despacio y silenciosa. Mientras se acercaba, todo alrededor de nosotros comenzó a crecer y crecer, y ella también... De pronto vimos que su oscuro manto se expandió y nos abrigó, hasta que todo se hizo negro...
- ¡Patrón! Me escucha... ¿Por qué esta todo negro?
Y de pronto, escuché la voz de la anciana en medio de la oscuridad:
- Buenas noches, noches... Sí. Duerme bien, bien...
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