Me puse el vestido rosa que tanto te gustaba, me pasé horas arreglándome el pelo y no me maquillé porque sabía que no te gustaba verme pintada.
Nos encontramos en la misma esquina de siempre, a la misma hora y caminamos de la mano hasta tu casa.
En el ascensor me diste un beso apasionado de los que solías darme para volverme loca y yo no sentí nada.
En el departamento sonaba nuestra música, esa canción con la que me habías hecho mujer tanto tiempo atrás.
Tus ojos color café me deseaban, lo sé, y yo a vos también. Entonces me diste un beso desesperado, me hiciste el amor, como tantas veces y me susurrabas cosas al oído. Mis uñas se clavaban en tu carne, dejándote esas marcas tan difíciles de ocultar.
Era la misma pasión que habíamos compartido desde el primer día, no había dudas de ello. Ese fuego que te consume por dentro, esas ganas tan desesperadas de fundirse con el otro. Era tanto tiempo de pasión desenfrenada. Pero algo faltaba.
¿Qué era? Vos estabas, yo también. Y esa pasión no había faltado. Ninguno podía saberlo pero ya lo notábamos.
Charlamos y escuchamos las canciones de siempre. Me abrazaste y me dijiste que me querías pero yo no te creí, no lo sentí. Te dije que te amaba y me diste un beso en la frente. Yo te acaricié la cara y te besé (por última vez). Me vestí y te susurré un "chau, amor" pero vos ni volteaste a verme, estabas llorando.
Vos también lo supiste, el amor no fue a la cita, se fue. Se perdió en noches de gritos y llantos, en palabras crueles, en la costumbre del sexo sin amor y se perdió. Para qué seguir juntos si ya no va a regresar y yo daría mi vida por hacerte feliz pero así no. El amor decidió tomar otro camino y yo también me voy.