Hola Luna - me dice mirándome a los ojos y burlándos de las lágrimas que
surcan mis mejillas - ¿Por qué llorás si estás feliz? ¿No tenés todo lo que
querías, Luna? ¿No conseguiste su amor, su dinero, su protección? Y hoy llorás...
¿Quién te entiende? ¿Me hiciste hablarle para esto? ¿Y ahora qué tengo que hacer
para que estés feliz?
- Estoy sola, por eso lloro, y vos no tenés que hacer nada, si vos hacés todo
bien, pero yo no.
- ¡¿Sola?! - responde risueña - ¿Y yo, Luna? Me hablás cada día y me ordenás qué
ser y cómo ser para ocultarte, yo soy tu única amiga, soy la única que te conoce
de verdad, no estás sola.
Reniego de creer que ella es mi única amiga pues sería como llamar compañía a la
soledad.
- Mi marido no me entiende y eso me hace daño. Él preferiría seguir casado con
vos y no conmigo. Yo... soy un desastre.
- Si querés que TU marido te entienda, ¡sacame del medio! El ni siquiera te
conoce e igual te ama, Luna. Pero si seguís así, él no será tu marido, sino EL
MIO. ¡Sé vos, Luna!
- No puedo, no puedo. Vos no sufrís, no llorás, pero yo sí. Y si vos te vas, él
me va a conocer. ¿Y si no le gusta como soy? ¿Y si no me quiere?
- ¡Luna! ¡ÉL TE AMA! Incluso más que a mi. Vos sos la que lo besa y le hace
comida, la que lo cuida, la que le dice que lo ama. ¡Yo soy solamente la que te
tapa para que no vea que llorás! Pero él sabe que llorás eh, y te ama mucho más.
La primera sonrisa se asoma en mi cara pero el miedo me vuelve a paralizar.
- Pero No puedo. ¡Es que, si te vas, lo voy a necesitar más a él! ¿Y si se
cansa?
- Él prometió amarte siempre, Luna, y lo hace. ¿Te creés que soportaría mi
presencia si no te amara? Luna, él me ve, él sabe que estoy, se da cuenta. Él
espera que me vaya para amarte y cuidarte, él te ayudará y no me necesitarás
más. ¡Dale! ¡Animate, nena! Confiá en vos.
- Bueno, tenés razón. No tengo nada que perder.
La miro por última vez y cierro los ojos. Aspiro hondo, me seco las lágrimas.
Qué sorpresa me llevé al abrirlos y me vi yo misma, en ese espejo, por primera
vezdespués de tantos años. Qué alegría fue darme cuenta que ella ya no estaba y
era yo la que volvía a tomar las riendas de mi vida, corriendo el riesgo de que
"me conocieran" y me lastimaran.
Porque muchas veces necesitamos escondernos para no herirnos y así, usamos
máscaras para ocultar quiénes somos y proteger nuestro corazón. ¡PERO HOY DECIDO
SER YO Y NO OCULTARME MÁS! ¡YO DECIDO DAR LA CARA Y TIRAR LA CARETA!
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