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"Las turbinas nunca debieron de sonar tan fuertes como ese día. ¡Puto Boeing sietecuatrosiete! ¡Cómo quisiera aparecer sentado en el doce”a”. Con la mirada pegada en las nubes que no se pueden exprimir pero entonces porque mierda estoy llorando. Y me siento trémula y quisiera que Kov estuviese aquí. Tal vez me imagina estoica y segura, pero para nada. Ando y lloro, y podría ser un poco más fuerte pero esas turbinas sí que son fuertes y me siguen zumbando en el oído. Y nada es de aquí. Y se acerca el padre que insiste en rezar un padrenuestro. Y anoche no dormí nada y ahora rezo y pienso en ti. Martina haciéndome trenzas de niña. Martina preparando los bizcochitos que tanto me encantan y que luego me enseñaría a preparar. Martina con el pelo ceniciento y mirando al techo, con el calor de la chimenea que la envuelve. Martina, y qué haces allá Martina. Y es tu rostro el que permanece dormido y en silencio. Y anoche caminé por toda la casa. Entré en la cocina bebí un poco del jugo de naranja, ya fermentado y sentí el frío de las mayólicas porque andaba descalza. Seguro que por eso estoy ahora un poco resfriada, y el padre que me bendice y me besa la mejilla. Y yo agradezco con pena. Ese agradecimiento dolido que uno siempre lleva consigo para estos momentos difíciles. Porque es un agradecimiento y al mismo tiempo un dolor el que se siente. Y no debe ser así, porque te llevaré en esa fotografía pálida y algo rota que guardo sobre mi mesa de noche. Que ayer estuve observando y que no me dejaba dormir, y por eso así te pienso. Y ahora nos vamos. Mi hermana Anastasia llevándome del brazo y sin querer llevándola yo a ella. Y la escucho llorar, y aquel pájaro levanta vuelo y da un par de vueltas por la lápida y luego se aleja y se pierde en el anonimato de esa bandada, seguramente porque prefiero llorar acompañada, y dónde estás Kov que no llegas, y que suerte que ya no suenan esa turbinas."

- ¿Y hacía frío?
- Tiritábamos.
- ¿Y lloraba?
- No. Fumaba y hacía argollas por las que pasaba un barco vikingo.
- ¿Un drakkar?
- Sí. Un drakkar, con velas que llevaban el estandarte de los guerreros.
- ¿Y por qué no habrá llorado?
- No lo sé. Aunque hay días en que las lágrimas se guardan para el mañana.
- Sí. Además lo más probable es que nos veamos mañana, y le invitaré un poco de chocolate caliente con esos bizcochitos que preparaba Martina. Pero, supongo que lo mejor es no hacerle recordar a Martina. Entonces, mejor sería que paseáramos por el parque, tomados de la mano y con la respiración agitada por la carrera. Yo le preguntaría qué árbol es ése. Y ella lo señalaría con sus dedos entumecidos por el frío, y me diría que es un arce. O me mentiría y me diría que es un ombú. Ella sabe cómo yo adoro los ombúes y los ñandúes. Aunque claro no lo entiende del todo y me mira de reojo cuando me emociono y le cuento que sobre las almohadas ayer estuve con mi ñandú Esteban, y que mis viejos hubiesen sido más felices de haber tenido ñandúes y no un Buick azul marino, que tiene pinta de fábrica militar. En fin.
- No suspires. La verás mañana y yo los buscaré por la tarde, compraremos un poco de filatelia porque se acerca el invierno, y tú sabes como necesito la filatelia en invierno. Y en pocos días, todo regresará a la normalidad.
- Te equivocas Stanley y sube un poco el volumen y la luna que me cago de frío.
Stanley subió la luna pero jamás el volumen, y el disco del prisma se repitió tres veces en el silencio de la noche. Pensó en el rostro incierto y firme de Irina. Pensó en sus lágrimas estoicas que debían de resbalarse en su humedad. Sintió el no poder abrazarla y sentir el frágil quiebre del corazón contra su pecho. Pensó en el olor a sueño profundo (probablemente habría dejado la luz encendida y un vaso con agua sobre la mesa de noche), que emanaría de su piel. La extrañaba y por eso pensaba en ella.
- Debe de haber dejado la luz encendida... - pensó en voz alta Kov.
- Para sentirse más tranquila -. Complementó el pensamiento Stanley, que mantenía la vista en el camino.
- Debe de haber dejado la luz encendida y un vaso con agua sobre la mesa de noche...
- O tal vez no ha dormido, y debe de haberse levantado en la noche y leído algo de tu poesía y fumado un par de pitadas de un par de cigarrillos que quiso prender pero no fumar.
- Odio esos cigarrillos. Uno simplemente quiere encender uno, y divagar en lo abstracto de un pensamiento intenso, pero sin embargo uno debe dar unas pitadas y entonces odio los cigarrillos.
- Pero así es. Y enciende uno, que el frío está que jode y todavía no llegamos.

Texto agregado el 17-07-2003, y leído por 221 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
18-07-2003 Interesante relato. Saludos pedromarca
 
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