EL SECRETO DE MR.JOHN


Uno de los personajes más curiosos que conocí durante mis años en Larache, fue mister John. Bastante alto, con el pelo canoso y la piel muy blanca, enrojecida por el sol; tenía un aspecto inequívocamente sajón. Lo recuerdo como si lo estuviera viendo ahora mismo, paseando por la Plaza España o por la Avenida, siempre con su bastón y un curioso sombrero que me recordaba
al del tío Aquiles (otro de nuestros paisanos ilustres).
Se ganaba la vida dando clases de inglés, me imagino que no con muchos alumnos, pues en aquellos años estaba más de moda estudiar francés y además resultaba mucho más práctico, ya que después de la independencia, la lengua de Moliére se había convertido en el segundo idioma oficial del país.
Según me contó alguien, el hombre apareció por el pueblo un buen día, uno o dos años antes de la guerra del 36. Para todo el mundo, mister John debía ser algún inglés medio chiflado, que había decidido anidar en aquel lugar casi olvidado del mundo, lejos de los fríos y nieblas de la Pérfida Albión. Lo de chiflado lo digo porque era una persona de costumbres austeras, bastante solitaria y taciturna. Eso si, se veía que el hombre era una persona con una muy buena educación, no solo porque se dedicase a la enseñanza del inglés, sino por su manera de comportarse, de caminar y de saludar a la gente que se cruzaba con él en sus paseos diarios por Larache.
Nunca se le conoció ningún tipo de relación sentimental y tampoco tenía amistades, exceptuando el trato de cordialidad que mantenía con sus alumnos y vecinos.
Un día allá por los años sesenta dejamos de verlo por el pueblo. Los vecinos del edificio donde vivía, sabedores de que el hombre nunca salía de viaje, llamaron a su puerta varias veces y como no recibieran respuesta, preocupados decidieron avisar a la autoridad.
La policía llegó al piso y con la ayuda de un cerrajero abrieron la puerta de la vivienda. Buscando de habitación en habitación, finalmente llegaron al dormitorio, donde encontraron al pobre mister John muerto en su cama.
Como el difunto no tenía familiares conocidos y los propietarios del piso necesitaban que éste se desocupase para volver a alquilarlo, el juzgado se hizo cargo de todas las pertenencias de mister John.
Pasados unos años sin que apareciera ningún pariente del finado para reclamar las cosas, se hizo una subasta y se vendió todo lo que pudieron encontrar de valor. Hubo varios objetos y papeles que nunca encontraron rematador y se los repartieron entre varios funcionarios del juzgado. Y en ese momento es donde comienza el cabo del hilo que desenredó una madeja que había estado liada durante muchos años, al menos para la gran mayoría de los vecinos de Larache.
Uno de los funcionarios que había entrado en el reparto final, conocía la afición a la filatelia que por aquel entonces teníamos mi hermano y yo, y le regaló a mi padre varios sobres grandes de papel manila, llenos de sellos matasellados. Al parecer mister John era también aficionado a los sellos, y según supe más tarde tenía una hermosa colección, que se vendió en la subasta.
Dentro de los sobres además de los sellos, había algunos papeles sin valor y un cuaderno del tamaño de una agenda de bolsillo, con las tapas de cuero color beige oscuro.
Al principio no le pusimos mucha atención al cuaderno, pero cuando comenzamos a hojearlo, poco a poco nos fuimos dando cuenta de que aquello era un diario de viaje, en el que Mister John había escrito con una caligrafía preciosista, algunas de sus experiencias durante el trayecto que lo llevó en los años treinta desde ¡Berlín hasta Larache!.
Lo primero que averiguamos fue que su verdadero nombre no era John, como todos creíamos, sino Karl Jöhr. Y en segundo lugar, que tal vez hablaba muy buen inglés; hasta el punto de poder enseñarlo, pero nuestro amigo era más alemán que las salchichas de Frankfurt o los coches Volkswagen (Tenía razón tu padre, amigo León Cohen Mesonero. ¡"Chapeau" al olfato del hombre!).
Mister John era un alemán disfrazado de inglés.
A lo mejor ni el mismo mister John (continuaré llamandolo así, porque fue así como todos lo conocimos), se acordaba de la existencia de aquel cuaderno, que habría delatado su posible pasado nazi, pero lo cierto es que a nosotros nos pareció como si estuvieramos viendo "El Tercer Hombre" o alguna película de espías e intriga por el estilo, aquello era todo una bomba.
Página tras página, se iban detallando las diferentes etapas del viaje que lo llevó en 1934, desde la Alemania del Tercer Reich, hasta nuestro querido pueblo.
Había pasado por consulados de su país y oficinas de la Gestapo o como quiera que se llamase la red de inteligencia exterior del régimen nazi, y los encargados de dichas dependencias además de escribir breves notas de saludo en el cuaderno, habían estampado a los pies de éstas el inconfundible sello con la cruz gamada y el águila, indicando la población donde se hallaba la oficina. Además nuestro personaje, había pegado en las páginas, sellos de correo, estampillas de paquetes de tabaco, pólizas, etc, según las ciudades por donde pasara. Recuerdo muy bien un sello a beneficio del Socorro Rojo en Valencia, con una bandera republicana ondeando en el fondo.
El recorrido lo había llevado por Alemania, Francia, la República Española y finalmente Marruecos, pasando por Ceuta y Tetuán hasta llegar a Larache.
¿Que fue a hacer aquel hombre en nuestro pueblo? Eso es algo que nunca llegaremos a saber. Quizás los alemanes deseaban tener información de primera mano sobre la situación en aquella parte de Africa y mister John fue enviado allí como una especie de corresponsal o de espía; en aquellos años, en Larache había un montón de cuarteles y una enorme actividad militar, así que tal vez su gobierno habría podido tener cierto interés en los movimientos que se producían en Larache.
¿Sabía alguien en la ciudad sobre la verdadera identidad de nuestro hombre? Yo creo que sí, por muy bien que una persona hable un idioma que no es el suyo, siempre hay un ligero acento que puede descubrirte. En el pueblo vivían en esos años algunos ingleses que lo habrían desenmascarado, pero no lo hicieron. Debió de haber alguien en Larache, con la suficiente autoridad y poder como para permitirle quedarse, haciéndose pasar por un inglés poco hablador y solitario, además de mantener a los otros con la boca cerrada. Aunque esto solo son especulaciones mías. Luego, cuando llegó la independencia, todo el mundo ya estaba acostumbrado a su presencia, así que nadie se molestó en averiguar quién era realmente mister John.
De todas formas mister John, se llevó casi todos sus secretos a la tumba. Exceptuando su verdadero nombre y nacionalidad. Nunca pudimos realmente saber a ciencia cierta quién fue o que hacía en Larache, pues las notas en el cuaderno de viaje nunca revelaron nada realmente inculpatorio.
Lo cierto es que una casualidad nos llevó a conocer parte de la vida secreta de uno de los más enigmáticos de nuestros vecinos, una vida que bien podría haber sido el tema para una novela de espías.

A mi hermano Luis, mi Angel en la Tierra.

Francisco J. Martin-Romo
Houston, Texas, enero 2003