NARRADORES DE HISTORAS AJENAS.

El agua se traga
toda volátil sequedad
y la escupe como polvo hirviendo,
llorando disfrazada de piedra sin extremos.

“Quemar la madera no te sacará la astilla”-
lo leo en cada burbuja invertebrada de mi mente-
¿Por qué ahora, por qué hoy?
El tiempo es una palabra caprichosa
que es… y no es…
que esta… y se fue
que vive y muere
que ama y odia
Pero amar es la versión reducida y cursi del odio,
¿entonces el tiempo es la versión reducida y cursi de lo eterno?

No hay luz en la lluvia ni humedad en los amigos
no hay nada -que valga la pena-
sólo el fuego hembra y con sobrepeso
hablando, hablando sin lengua.
Sin pecho. Sin cabeza. Sin nada que valga la pena.

Ni las sonrisas por debajo de la boca
que apestan a lombrices y a cruz sin pepa.

Ya perdí la noción de lo que quería decir
y lo peor es que nunca tuve tal noción
como nunca tuve las ganas de ser poeta
ó llegar corriendo sudado a mi meta

Hay un espacio para cada cosa,
una muerte por cada suicida…
No seguiré el rastro de la babosa
pero sí el rostro de la maldita.
Sí. Afirmación. Palabra que mueve al mundo (cuando este se movía).
Nada se mueve en tanta arena.
Ni Flogisto hembra, ni los peces cortazarianos,
a lo mucho los narradores de historias ajenas.