Buscar una razón en un saco de cemento –llenado con toneladas de esperanzas amarillas- es toda una sinrazón...

Abrazar pensamientos, anclado en lo profundo de un muelle y escoltado por toda una flota de pajarracos que sólo saben gritar, tampoco tiene mucho sentido.

O jugar a la pelota en aquellas canchas medias destrozadas, en plena altura, donde el cerebro llega a arder de tanto esfuerzo por concentrarse en una jugada que a la postre saldrá pésima. Es la noción de fracaso.

Pero falta...

Abrir una caja de Pandora y apretarse los dedos con el candado mal puesto. Eso sí es ser huevón. Pero debo reconocer, no sin una pizca de vergüenza que aquello también me ha pasado un par de veces.

Ensimismarse un rato, mientras la música suena fuerte y mi madre me llama a tomar once por décimo primera vez...es un reto seguro. No porque sea malo irse en esas voladas angelicales, donde tus neuronas por primera vez hacen clic con aquella sensación divina de sentirse volando, aún en tu propio dormitorio, donde todo provoca sueño y donde la tristeza se siente incluso en los posters (de $500) pegados al azar entre fotos y recortes...

[CONTINUARÁ]