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Inicio / Cuenteros Locales / Piltdown / Al fin pienso y ya no existo

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Después de mucho titubear, al fin despegó sus pies del pretil del quinceavo piso del edificio, y comenzaron a pasar por su cabeza todos sus recuerdos, la forma en como su estómago se retorcía de miedo y el solo hecho de pensar como pudo haberse atrevido a hacerlo, provocaron en el su reflexión inmediata. Veloz como la luz paso su corta infancia, su primer día de colegio, su primer beso, sus riñas, y sus grandes sueños de niño.
Cuando el subió apremiado las escaleras de aquel edificio estaba fuera de control,solo quería huir, tenía su vida hecha un averno.
Las ventanas del edificio pasaban fugaces frente a el,y las luces de los demás departamentos lucían como bengalas de año nuevo.
Vinieron entonces a su mente sus peores recuerdos, su vida en los suburbios, y como poco a poco fue entrando en el negocio de las drogas. Recordaba el rostro de cada niño al que le vendía la mercancía, y de cómo con el paso del tiempo esos mismos rostros sonrosados iban tomando un aspecto más desahuciado, y le pedían en forma desesperada un poco mas de la "Vid", a cambio de un poco menos de dinero, que de seguro habían hurtado. No podía entender como en algún momento se creyó con el derecho de vanagloriarse por lo que hacía, dándose ínfulas de grandeza. Ahora se veía el más mendaz vendedor, un adefesio más de este sucio camino.
Su vida ya estaba quebrantada, si sus oscuros negocios eran descubiertos, el legajo de documentos en contra suya no lo permitirían quedar libre.
Se crió en una familia mancillada por sus progenitores, donde los vicios eran vistos como simples fruslerías, no recibió reconvención alguna cuando a la edad de diez años su padre le vio en un otero fumandose un habano. Era hecho irrefutable de su negro futuro.
-"No es del todo mi culpa", se dijo para mitigar sus sentimientos." Mucho hicieron mis amigos, ellos me incitaron a seguir con esto, y mi mamá debió de ocuparse mas de la casa y de nosotros, en vez de portarse de esa forma indolente,yéndose de juerga todas las noches, sin importarle el estado famélico en que dejaba a sus hijos. Mi padre debió de haber dejado el vicio del alcohol al menos por mí, o por mi hermano...mi hermano, el único que de verdad no merece que le haga esto.
Sentía como su cuerpo cortaba el aire, y escuchaba el viento sonar fuerte en sus oídos, sentía que por primera vez el habla no llegaba a pasar su garganta y sus extremidades estaban gélidas como un témpano.
Su corta vida pasó frente a sus ojos, como un todo, su pasado, su presente, y un futuro que se concretaría rápidamente en el pórtico de aquel viejo edificio.

Texto agregado el 26-01-2005, y leído por 88 visitantes. (0 votos)


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