Era ante todos una persona especial, después del Nobel de la paz que obtuvo por dedicar su vida a los menos afortunados, y varios galardones internacionales la fama se le empezó a subir a la cabeza y entre la gente que conocía su incansable trabajo, le hicieron dedicar una temporada para tomar unas largas y muy merecidas vacaciones.
En su temporada de descanso probó primero la relajante inquietud intelectual que brinda la lectura de los buenos escritores, y tomó pues un gran tomo de Dostoyevski en el que se hablaba de la naturaleza humana, y percibió en el la fina burla que se hace a la miseria humana y se revolvió entre los recuerdos de la gente que ayudó en tantas ocasiones, y lloró amargamente saber que después de todo la vida era, es y será cruel siempre con los que no nacían como el en una cuna afortunada, luego se enfrentó a las letras modernas y por azar tomo brave new world de una estantería dispuesta a modo de biblioteca por las personas que le invitaron a disfrutar de una hermosa casa de campo a las afueras de una gran ciudad.
En este libro encontró algo menos de ficción y un poco más de dolor, halló un futuro posible e infeliz, y ya ni siquiera pudo llorar, la realidad lo asustó un poco y decidió por fin que era imposible seguir atormentándose con los problemas por los que siempre había trabajado, pues al fin y al cabo después de tantos años era justo descansar plenamente.
Entonces nuestro ilustre Nobel decidió que lo mejor era una temporada en la playa para lo cual le fueron prestadas excelentes instalaciones en una isla privada de alguna parte del mundo, y empezó a disfrutar de ello en exquisito deleite, pero con el transcurrir de pocos días empezó a sentir el peso de la soledad pues tanto tiempo acostumbrado a permanecer entre la multitud ya fuesen los necesitados pidiendo ayuda, o bien los espléndidos que lo trataban con veneración, y apoyaban su causa.
Por este motivo se hizo de nuevo mudar a un sitio con playa pero esta vez, a una concurrida, para así poder disfrutar de la felicidad que le proporcionaba el mar pero sin esa soledad agobiante que empañaba sus nacarados amaneceres y disfrutar por fin de la alegría de la gente allí donde si se podría encontrar.
Estando allí en medio de la diversión que podía encontrar, se dio cuenta que la miseria humana lo acompañaba como un karma al que no podría escapar de ninguna manera, y lo acorralaba en la figura de una pequeña que pedía algunas monedas a cambio de un poco de fruta fresca o unas cuantas más por su pequeño cuerpo, y viendo lo que le ofrecían entendió que aún en un paraíso como aquel siempre habría alguien que debería sufrir para que otros disfrutaran, e inmediatamente recomendó esta niña para sus programas de ayuda que aunque le iban a ayudar a salir adelante en cuanto a una buena educación y alimentación, no podrían devolverle la candidez, sueños ilusiones y otras cosas que debería tener en la cabeza en lugar de unas monedas por un trauma diario y una que otra enfermedad, sin contar los devastadores efectos psicológicos, se sintió además de infeliz e impotente, vacío.
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