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Uno.
Para Andrés la señorita Ximena Ríos era sin lugar a dudas, la más bella de todas las profesoras que hasta ese día le habían dictado clases, y esta afirmación incluía tanto la educación básica como la secundaria ¿y como no?; si miss Ximena siempre acostumbraba llevar sobre su delgado y frágil torso esas blusas de tela cadenciosa que eternamente se prendían de sus pequeños y respingados pezones. Miss Ximena no acostumbraba usar sostenes, y según la mayoría de sus compañeros, tampoco acostumbraba llevar ropa interior, aunque esto último sólo fuera un chisme imposible de comprobar. Con todo aquello, esa mañana la joven profesora de matemáticas de enormes y almendrados ojos pardos se veía más preciosa que nunca, y eso él lo había notado tan pronto ella cruzó el umbral del salón de clases dejando tras de sí una fragante estela invisible como un eterno mascarón de proa rompiendo las olas.
Dos.
Siempre la última hora de clases resultaba ser para todos una verdadera tortura china, sin embargo la imagen de la exquisita miss Ximena parada frente al pizarrón atenuaba en algo el tedio reinante a esa hora. De a poco su sensual figura comenzaba a llenar de nubarrones la lividinosa mente de Andrés, quien permanecía relegado en el fondo del salón. De espaldas Miss Ximena dejaba ver todas sus curvadas líneas y mientras más arriba del pizarrón tenía que escribir, más expuestas quedaban sus finas y encantadoras piernas; mientras que cuando el ejercicio debía escribirlo en la parte más baja del pizarrón, su sensual postura terminaba por erizar los bellos del joven alumno agitado. A esas alturas los ojos de Andrés estaban chinitos de la más pura y genuina calentura de púber y su órgano viril llegaba a chocar con la mesa del pupitre de lo tan erecto que se encontraba, obligándolo a tener que estar constantemente cambiando de postura. Fue en esos roces con la madera cuando Andrés recordó que ese día de puro flojo no llevaba puesto calzoncillos y lo que aun era peor pudo notar la mancha húmeda que cubría su pelvis. De inmediato las mejillas de Andrés se sonrojaron delatando su furor y el nerviosismo que le provocaba el miedo a ser descubierto... como pudo trató de esconder su humanidad.
El corazón casi se escapó de su garganta cuando segundos más tarde oyó la dulce vos de Miss Ximena llamándolo al pizarrón…. era su turno en la siguiente ecuación….
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Texto agregado el 16-07-2003, y leído por 4490
visitantes. (16 votos)
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Lectores Opinan |
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01-07-2009 |
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Jaja! Con tu relato activaste imágenes tremendas.
Cada vez que esa profesora ponía puntos con la tiza en el pizarron... uffff... su duro trasero vibraba. Hoy volvió a vibrar.
Muy buen cuento. Tarambana |
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03-04-2009 |
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Vale la pena destinar el tiempo que haga falta. Merece descontarlo de otras ocupaciones y si dispone de más, mejor. Porque cuando la pieza elegida ofrece emociones, la inversión en talento, calidad y recreo es tatuaje de bien para el alma... Divertido y magnífico: queda dicho. AGRICOL |
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15-05-2007 |
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uauauaua... maravilloso texto que me hizo recordar la terrible adolescencia (ya tan lejana) y mi "amor" por una maestraza de secundaria... bueno... mi gusto por dicha señora que, además, era la novia por la que reñíamos en los recreos.... ***** tobegio |
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05-12-2006 |
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Gustándome mucho la historia, creo que te refieres a las palabras "vello" y "libidinoso", pero es sólo un alcance que no minimiza historia tan clásica en nuestros despertares sexuales con las profesoras de nuestra infancia y adolescencia. Un homenaje a ellas, dueñas de nuestras primeras y más presentes fantasías. Leí este cuento escuchando a Yan Tierssen, de Amelie, y te prometo que le dio ese ambiente de blanco y negro que merece el arte de tu relato... venicio |
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16-05-2006 |
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Este no me gustó. Aunque debo reconocer que redacción y forma son excelentes. El tema lo encontré burdo. bruja |
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