Santiago.
Domingo,
camino entre familias,
la tiendas cerradas
lloran los pesos perdidos,
en cada escalón un hermano
venido de otro pueblo.
Camino,
el sol golpea con fuerza mi rostro,
las calles enmudecidas,
gimen tras los pies de los niños.
Cambian,
los rostros cambian,
se vuelven comunes,
se ha ido el gris,
el negro, el café,
algo extraño en este día pasa...
De repente,
como paloma sin rumbo
al despegar
algo me golpea,
veo todo claro,
no hay corbatas.
Domingo,
Santiago sin corbatas,
sin trajes de luto por trabajos muertos
y vidas sin vida.
Domingo,
pequeños de colores chillones,
señoras gordas gritonas
engullidoras de helados.
Soy,
soy parte de este Santiago
y del otro,
del de corbatas, atoradas,
chillonas, de muertos,
rojas, amarillas, azules
y del tranquilo,
sin zapatos tormentosos,
con espacio para caminar,
correr, amar y besar,
por sobre todo amar,
sin que miles, de miles,
de miles de ojos
te miren
besar
o
llorar.
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