Me siento niña, me pretendo grande y debo ser gigante; anduve con pies pequeños en tacos altos, jugué con muñecos que de pesados no podía cargar, los alcé en mis brazos sin que midieran mi estatura. Y muchas veces me encontré solitaria, cansada y ya ciega de tanto llorar ojos adentro; porque sabes que en años míos que yo debí sentir crecer cerca de ti como racimos, acercando tus pies a los míos, no nos hemos encontrado frente a frente; todo lo que aprendimos, vivimos, hablamos, no nos sirvió de nada, porque yo esperé en vano que me dieras tu mano. Y aveces te hundes, caes en tu agujero de silencio, en tu abismo de cólera orgulloso, y apenas puedes volver, olvidas el camino de regreso. Y así, quebrado en una celda en soledad, quieres acercarte a mi y siempre te vas, quieres que te hable a ti y no me escuchas. ¿No ves las heridas que tengo desde la garganta al cuello? Queman como soles, porque siento el dolor de tener una caricia que sin ti se me derrama. Y aunque me gustaría quererte un poco menos, no puedo hacerlo.
Lléname de besos, lléname de abrazos, yo te nesecito porque vas dentro de mi en la sangre que circula por mis venas.
Levántate conmigo, levántate, y salgamos unidos a luchar, en cada calle, detrás de cada árbol, y así volveras a escuchar las piedras que contra tu ventana lanzó la felicidad.
Y cuando venga la tristeza que odio a golpear a mi puerta, y cuando la soledad quiera que escoja la sortija en que está mi nombre escrito, dile que debí marcharme, porque soy soldado y debo estar bajo la lluvia y el fuego luchando por la felicidad porque estan firmes mis pies sobre la tierra.
(O bien somos la carga que llevamos o bien somos la carga que ofrecemos)
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