... de porqué los poetas son poetas, y algunos no contestan el teléfono, y otros simplemente duermen sin descanso sobre alguna almohada, que tiene el olor a esos ojos que fueron eróticos anoche y serán eróticos por la mañana... no tengo ni idea. Y menos hoy, que recién he despertado y que aún el día se mantiene en penumbra, con el fluorescente del baño que titila y no termina de prenderse y no me deja pensar en otra cosa que en esos poetas y en el perfume de esa almohada. Pero es así. Y ella seguirá oliendo por el resto de su vida, con ese olor a sexo, que le permite ser más que una simple poeta, y derramará algo más del merlot sobre mi camisa, soltando una carcajada y luego una sonrisa, que me comeré a besos y fumaremos juntos del mismo cigarrillo porque el bar es enjuto; y celebraremos cada vez que podamos, atornillándonos un poquito más todavía; y luego nos atornillaremos en la cama, y la madera crujirá como el día, pero es así, con el teléfono timbrando y ella sin contestar, haciéndose la dormida, y yo me haré el dormido, y me levantaré desnudo a mojarme el rostro y encender el fluorescente que no prende pero titila.
Aunque claro, que uno podría luego autodenominarse “un hombre con suerte”, desayunando junto a una mujer que más que hermosa es mujer, y que tiene las piernas largas y... Pero la verdad es que no es así, y ojalá que el invierno no atrasé en despertar el día, porque necesito tomar un americano ipso facto, que me levante de la cama, y me deje soltarla sentada junto a la mesa, con una propina que dejaré n cuatro monedas, y un hasta luego que terminará en lo de siempre. Porque siempre es así. Uno insiste y no insiste, pero con menos monedas que anoche, recorreré la mañana abrigado, comprando periódico y unos cigarrillos, y me sentaré del mar a sentir la brisa marina salpicando sobre mi rostro, y al fin dejaré de oler sus muslos, y su cuello, y podré olvidar un poco de todo, durmiéndome y despertando bajo las estrellas. Y en fin la noche será noche. Soltaré un recuerdo sin imágenes al pensar en ella, y podré dormir diez noches sobre mi cama, hasta que la vuelva a encontrar con mi olfato a dos pasos de distancia y entre risas y carcajadas.
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