Hoy soñé contigo. Esta vez eras una jovencita de veinte años, y aparentemente no te conocía, pero sin duda eras tú. Esta vez fue como siempre distinta a las demás. Eras ingenua y despreocupada. Yo era el mismo de todas las veces. El que no cree en el amor eterno, el que no cree en los compromisos formales, el que se burla de los recién casados; y cuando apareciste tú seguí pensando lo mismo, ¿quién será esta cabeza hueca?, ¿con que preguntas tontas se me acercará?, ¿por qué estás tu aquí y no la chica de mis sueños? Entonces, de un momento a otro te sientas junto a mi y me coges la mano. Una vez más tú das la iniciativa, siempre tiene que ser así, por eso te amo tanto. Por eso es que te reconozco, y sabes que eso me gusta a mí, por eso lo haces. Siempre es igual, tu llegas y no me doy cuenta que estás allí, pero tu me reconoces en ese instante. Ya me he acostumbrado a tu variada forma de ser, pues parece que eres única y todas a la vez... pero sigo; te sentaste junto a mi, cogiste mi mano y me miraste. Yo me quedé sorprendido por tu nueva apariencia, me miraste y me susurraste al oído unas frases tan hermosas que la memoria y las letras no permiten que aquello pueda ser divulgado. Entonces sonreí, porque al acercarme olías como siempre.
Nos dimos un beso, el beso que está siempre pendiente en todas nuestras citas, y fue así que otra vez me convertiste el hombre tradicional que tanto odié ser. Me hiciste creer en que lo nuestro era eterno cuando apenas nos besamos. Creí que nuestra unión sería eterna, aunque en cierto modo lo es, pero nuevamente sucedió lo de siempre. No es mi culpa, y no es que sea un distraído o desinteresado, pero me estaban siguiendo y tu sabes como son esas cosas, y es que si me alcanzan sería toda una pesadilla. Y para empeorar nuestro romance tenía que llevar unos crucigramas urgentemente antes que cierren las ánforas en pleno centro de Lima llevando puestos unos patines sin ruedas, por eso me disculpo. No fue mi culpa, ellos no me dejaron despedirme como debería ser. Te ruego que me comprendas, además estaban construyendo un paso a desnivel y por eso me demoré más. Cuando regresé ya había desaparecido todo. Amor, la próxima vez te prometo que me concentraré más. No permitiré que nadie se interponga en nuestra dicha.
Haré hasta lo imposible. Tengas la apariencia que sea, como joven o chiquilla, rubia o morena, te aseguro que la próxima vez será la definitiva. Ya nadie nos podrá separar. ¿Sabes?, he decidido que esto sea par siempre. Es que cuando tú no estás esto que llaman vida no es más que tristes soledades e inútiles esperas. Ya estoy harto de eso. Hoy iré por ti, pero como siempre serás tu la que me encuentre. Esta vez no tengas temor, pues será para siempre vida mía. Ahora cogeré las pastillas, tomaré en exceso y dormiré para siempre. Entonces esperaré a que tú aparezcas y cojas mi mano, me mirarás, te oleré y nos daremos el beso pendiente por un rato más largo que el de costumbre, y luego de eso nos conoceremos y nos preguntaremos nuestros nombres. De allí surgirán respuestas extrañas, ya me imagino algunas pero no todas; entonces, será allí cuando estemos recostados descansados luego de tanto amor, que te preguntaré ¿por qué solamente estabas en mis sueños?
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