El hombre quería ponerse a prueba.
Quería saber si aquello era amor, amor
por aquella chica estupenda,
así que cogiéndose el pene con mano firme y decidida,
se lo cortó.

A los pocos días transcurridos,
el hombre sin pene, muy consternado
descubrió
que junto a su pene, también
el amor
se había escapado.

Y pensó el hombre sin pene
que quizás no era amor
aquel sentimiento hacia aquella chica estupenda,
sino mera atracción
por otro coño y otras dos tetas.

Quiso el hombre sin pene ser de nuevo
un hombre con pene,
pretendió el hombre sin pene enmendar su error
y agarrando el pene con mano
ya algo menos firme y decidida
se lo pegó.

Más en vano fueron todos sus intentos,
pues si te has cortado el pene
ya no tiene solución.
Y quedó tan abatido el hombre sin pene
que se olvidó del amor,
pensando que ya nunca una mujer,
ni siquiera la más estupenda
querría relacionarse con él.

Lloró, lloró el hombre sin pene,
lloró de pena y dolor,
pero cesaron sus lágrimas
cuando una chica estupenda
se le acercó.

Entonces
el hombre sin pene,
que sentía mucho dolor en la herida
no sintió más dolor.
Miró a la chica estupenda
y con mano
muy relajada
muy decidida,
la saludó.