Como un Sol a puertas de ser reemplazado por la luz artificial, siento que el “Enamoramiento”, como fenómeno interrelacional, está agonizando.
No es extraño hoy en día, expresar un Te Quiero sin ser cuestionada con un “¿te das cuenta de lo que estás diciendo? o ¿no será muy pronto?.
Es lamentable haber llegado al punto de tener que jerarquizar nuestras emociones, para no andar asustando a los hombres por ahí con nuestro arrebatado cariño. De ahí que la secuencia de afectos aceptada socialmente en una relación sea, en el primer mes “me gustas”, luego se le agrega a la misma frase la intensidad de “mucho”.
Ya una vez compartidos unos heladitos y activada la líbido, viene un “me encantas”, y dependiendo de la intensidad del momento se le añade el prefijo trasandino “re”, o sea, “me reencantas”.
Ya cuando el otro se ha vuelto una necesidad, son permitidos los “te extraño”, “te necesito”, “te adoro”, “he pensado todo el día en ti” entre otras manifestaciones.
Con el tiempo, la relación pasa a un estatus que en chilensis suena a algo así como un apareamiento de insectos típicos nacionales, hablamos del “pololeo”. Palabra poco digna para definir el compromiso mutuo adquirido por la pareja de “pololos”. Y es en este momento donde un Te Quiero es bien visto y un Te Amo bien recepcionado, y si se tiene suerte, correspondido.
Ahora yo me pregunto, ¿quién o qué academia premiará nuestro esfuerzo actoral como mujeres, al frenar los sentimientos que precozmente experimentamos cuando conocemos a un hombre?.
A todo lo anterior, cabe la siguiente explicación sociológica.
Desde pequeñas se nos ha enseñado a ser libres en nuestras emociones, asociando dicha libertad a una connotación de debilidad o fragilidad por ser “niñitas”. Por lo tanto, no fuimos reprimidas al llorar, porque ello era parte del sexo débil al que pertenecíamos.
Tampoco se nos vio con malos ojos cuando besábamos, abrazábamos y tomábamos de la mano a alguien de nuestro mismo sexo.
También nos incentivaron el instinto maternal con sentimientos de proteccionismo e incondicional amor, a base de muñecas que orinaban y defecaban mientras reían diabólicamente presagiando nuestra futura tolerancia.
Todo ello nos perfila en el presente, como unos seres capaces de lograr una profunda conexión con el otro en forma casi instantánea. ¿Quién dijo que el proceso tenía que ser lento?.
Y nos fijamos de manera integral en nuestra pareja, encantándonos no sólo con todo lo corpóreo, sino con un sin fin de detalles gestuales y orales, de formas de pensar y ver el mundo, valores en común, historia de vida y visión de futuro, humor, romanticismo…
Es cierto, son muchas cosas, pero así funcionamos. Y es por ello que logramos definir con tal prontitud, qué es lo que sentimos por ese hombre. Y si un Te Quiero prematuro sale de nuestro corazón por la boca. Ello significa:
TE QUIERO
Hacer reír,
conquistar cada día,
cuidar y proteger,
pensar todo el día,
besar toda la noche,
hacer el amor en la mañana y
Te Quiero querer.
Realmente las diferencias nos pesan. “Ellos” se fijan segregadamente en una mujer y paulatinamente la van queriendo como un todo. Primero sus ojos mandan una señal a su cerebro, y luego a “allá abajo”, es decir, los neurotransmisores no van directo al corazón. En ese rápido proceso se decide si una es rica o no. Luego viene un deseo incontenible por besarnos, abrazarnos y sentirnos a cada momento, lo que se explica con las llamadas dos o tres veces en un mismo día.
Transcurrido el tiempo notan que somos capaces de pensar y decir cosas inteligentes, y que hasta sabemos algo de futboll, y si sabemos de juegos computacionales y deportes extremos quedan locos.
Ya con ese enganche a nivel racional, empiezan a apreciar que nuestras caricias tienen algo distinto, “ternura”.
Que frustrante es cuando una abraza a su hombre muy fuerte para que él sienta todo el cariño que le tenemos, en cambio él, nos abraza fuerte, fuerte para que sintamos, … bueno, “aquello”.
Pero en fin, salimos de una costilla y ellos del barro, ¿qué esperábamos?.
Y hoy, nuestro colmo es que junto con tener que usar los dos hemisferios de principio a fin en una relación, debemos reprimir la velocidad de nuestros sentimientos para no espantar a ese ser especial, escogido, y escúchenlo bien, con el corazón. |