-¿Saben una cosa?
-¿Qué Bruno? –preguntó Juan.
-Esta debe ser la única mesa de bar donde se reunen tres tipos una o dos veces por semana que no habla de mujeres. ¿Seremos gays reprimidos?
-¿Cómo pretendés hablar de minas delante del “padre” Juan? Eso es pecado hijo mío.
-Gástenme, par de boludos...
-No se enoje padre Juan. Los temas mundanos se tocan sólo entre pecadores.
-¿Quién dijo que yo no soy pecador? La diferencia es que yo me doy cuenta y vos no.
-Ves Bruno, ya se le subió el monasterio a la cabeza. Se pone por arriba nuestro.
-Es lógico que prefiera la pose del misionero... -riéndose Bruno.
-¡Qué par de boludos que son los dos! No se bancan que yo piense distinto, eso es todo.
-Pasó de sumo pontífice a víctima. Típico de los “predicadores de la muerte”.
-Pará flaco, tampoco te zarpes.
-Dejalo Bruno, dejalo que erradique toda la rabia que le quedó del padre Felipe.
-Ves? Ahora se puso en redentor...
-Bueno loco, póngase media pila los dos... ¿Vamos por una birra? Se las invito yo...
-Este debe ser un careta, la va de santo y debe ser peor que nadie.
-¿A qué te referís, Mariano?
-¿Me vas a decir que con tu esposa sólo tuviste relaciones con fines reproductivos?
-No tengo porqué responder a esa pregunta.
-Ves, Bruno. No se puede hablar de minas y sexo con él.
-Mi esposa no es una mina.
-¿Y quien es una mina, esa que está sentada en la mesa de enfrente?
-Puede ser, no la conozco.
-Son todos iguales los santurrones.
-Sólo su esposa es una dama, la madre de sus hijos... las demás son unas cualquieras...
-No dije eso.
-¿Qué dijiste entonces?
-Que no puedo asegurar que sea o no una mina, sólo se que mi esposa no lo es.
-¿Te casaste con un tipo, Juan? –bromeó Bruno.
-Bueno, parece que hoy estoy de turno.
-No te enojes, che. Era una broma para aflojen los dos un poco.
-Voy al baño, ya vuelvo –dijo Juan.
-Che Mariano, no lo verduguiés tanto, se va a calentar y no va a querer venir más y la verdad que sería una lástima.
-¡Que no va a querer venir más! Si la pasa bien. Por empezar los temas casi siempre los propone él, si busca polémica a propósito. Este no debe querer ir a la casa porque no coje nunca.
-No seas boludo. ¿Por qué le dijiste predicador de la muerte? Estuviste duro ahí...
-No es tan grave como suena, es como Nietszche definía a los cristianos...
-Nietszche era un pobre infeliz –interrumpió Juan antes de sentarse. Murió en un estado de locura galopante...
-¿Te das cuenta lo que te decía, Bruno? Seguramente el apostol Juan, el que escribió el apocalypsis se murió cuerdo. Supongo que por influencia de su Dios ¡Qué ácidos se tomaría ese tipo! ¿Viste los delirios que escribió?
-No hay caso –dijo Bruno meneando la cabeza. |