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Hoy era un día especial. Usualmente solía levantarme sin razón aparente, estudiar, vagar por el colegio, mirar piernas, ojos y demases y gastar plata inútilmente en dulces, en definitiva, estar. Y ese "estar" pasivo era el que se movía al antojo del destino. Y ese mismo "estar", por ser hoy un día especial, se había ausentado. Simplemente no estaba. Caminar hacia el paradero en busca de la micro, no fue tedioso como era de costumbre, no fue aburrido y no existió aquella ansiedad histérica por llegar, ni nada por el estilo, por que, simplemente yo no estaba. Ya sentado en la micro dejaba que el sol flamante quemara este cuerpo inerte, un tanto estupido en este momento, que sin razón alguna se dirigía a sus aposentos estudiantiles. Tanta era mi ausencia que hasta la singular muestra de educación y a veces de misericordia hacia la gente, no se presento hoy. Al menos cinco viejas o ancianas en distintos momentos del viaje se paraban al lado de "mi" asiento mirando al suelo tal como un niño que quiere un dulce y no se lo compran. Y bueno, no les di el asiento, simplemente no estaba. Los usuales "disculpe", que siempre ocupaba para dirigirme a las victimas de mis empujones al bajarme de la micro, tampoco se presentaron. Ni que decir del gracias al micrero, nada. Desde donde me bajé, quedaban cuatro cuadras para llegar al colegio, donde siempre me topaba con mis compañeros que caminaban hacia una placita a fumarse sus cigarros matutinos. En el trayecto al colegio sobraban los saludos y las mejillas besadas, pero hoy no. Simplemente, pasé de largo. Creo haber escuchado algunas burlas, pero mis garabatos no se escaparon de mi boca hacia ellos, de hecho, ni siquiera salieron del estomago. Luego, llegué al mismísimo colegio. Ignoré el saludo simpático del portero al igual que el del profesor, pero esta "falta de respeto" no pasó desapercibida. El Hugo, (mi profe jefe) comenzó con una charla inconsistente y larguisima sobre el valor del saludo en la sociedad donde vivimos, también habló del respeto y por ultimo, encarnándose casi en Cristo, habló sobre el amor. Hoy era una sombra, ni ese sermón injustificado me hizo reaccionar. En un día normal la respuesta hubiera sido algo así.
"Eres demasiado exagerado, Hugo, terrible anticuado, ubícate también po'" Por lo cual hubiera recibido una sanción, además de todas las que tengo por ese tipo de respuestas, según ellos, inapropiadas. Pero bueno, no fue así y me comí, literalmente, me comí el sermón. Tampoco me molesto comérmelo, ni siquiera lo sentí. Pasó, me resbaló. Él, luego se fue a pasar la lista. "Acuña" " ¡aca!" "Aguilera" "¡No está!" "Bastín" "¡aquí!"
"Castro...Castro... ¡Castro!" "¡allá está profe!". Vi el cuerpo apurado, un tanto histérico y enojado del profe, acercándose a mi puesto. Y dale, otro sermón, ¿sobre? No lo sé, ni escuché. Y de hecho lo último me lo dijo cinco veces hasta que lo entendí. "¡Donde la coordinadora!" No era muy temible aquel castigo considerando que la famosa coordinadora era mi tía. Eso se sabe solo a nivel familiar, nadie lo puede saber. Y bueno, nuevamente, caminé. Me demoré un poco por los empujones de entes que por ahí corrían o caminaban, y yo, sin responder. Parecía que tuviera el receptor de estímulos del arco reflejo fallado O quizá recibía los estímulos, pero no los asimilaba, en ese caso seria el generador de respuestas a los estimulos el fallado. Quien sabe. Quizás el José, el profe de biología que según un amigo habla simpático, más que simpático, habla gangoso. Yo veo la diferencia, él no. Y ahí estaba, nuevamente sentado, en el sillón esplendoroso de cuero que se albergaba en la oficina de construcción minimalista del colegio. Frente mío, no mirándome claro, trabajando, estaba la secretaria del director. Solía ser simpática, pero bien egoísta, o cagada, como prefieran. Es increíble, un día necesitaba hojas para imprimir un trabajo urgente y al pedirle, recibí la negativa. "en la biblioteca cuestan diez pesos cada una" Una pregunta un tanto lógica se me vino a la cabeza aquel día; ¿Que cresta hacen con los cuarenta mil pesos de materiales que pagamos al año? Ese día, por que hoy no lo haría, me atreví a hacer una hipótesis. Considerando qué, un día cuando fui a visitar al director, tenia la mano mojada y la secretaria egoísta venia saliendo de su oficina, podría afirmar que la plata de los materiales se los gastan en anti-conceptivos para la secretaria. Finalmente, mi hipótesis falleció cuando averigüé que la secretaria llamada Paula, tenía 57 años, y claro está que ya en su cuerpo no pasaba nada de nada. No corría ni un hilito de sangre. De pronto algo me hizo salir de mi divagación imbecil, clara señal, de que realmente no estaba. Un hola dulce al oído. Abrí los ojos como despertándome. Y luego cerré los parpados en acto reflejo, comprobando que estaba nervioso. Es que no fue solo un hola, si no que, prosiguió. "oye, hoy día ni me saludaste, tenia ganas de abrazarte. Pero a pesar de tu mala educación, te tengo una invitación" Respiré, larga y profundamente abriendo nuevamente mis ojos, enfocando la vista y asimilando los colores reales, para decirle. "¿A donde?" "a mi casa" Retomando fuerzas. "¿Cuando?" "hoy" ¿HOY? Era el peor día que se le había ocurrido invitarme, estaba como tonto, inerte, tarado. No iba ni a moverme. "No, hoy no" Y por otro lado, no tenia idea quien me había hablado. Yo estaba contestando ya, y no sabia quien me había invitado. En un acto de absoluta voluntad y valentía mire hacia el suelo primero y luego la miré.. Había insistido desde que la conocí que no había visto más lindos ojos nunca. Ni verdes, ni pardos, ni azules, ni siquiera calipsos podían quebrar a estos dos grandes ojos negros que dulcemente inquisitivos me miraban. Y era tan suavecita. Pues le hice cariño en la cara, ya en su casa, seis horas después. " ¿Quieres algo?" "No, nada gracias" Fue todo lo que hablamos. El resto, imagínenlo. Ya iba de vuelta en la micro. Absolutamente copada de gente, con una abuelita a mi lado. Pero ella iba sentada, y yo parado. Agradecida por mi buen gesto, ella se ofreció a llevarme la mochila hasta donde se bajara ella o me bajara yo, y así fue. Una hora y media mas tarde me pasó la mochila con una sonrisa de boca a boca, pronunciando el a veces esperado, gracias. Las mismas cuadras que hoy en la mañana había caminado esfumado de mi ser, ahora las caminé con sonrisa ancha y hasta cantando. Ni siquiera despotricando contra los rayados nazi de las paredes viejas del barrio, como era usual. Hoy, en la noche, me producían pena, pero no peyorativa, si no, realmente pena. El Hugo, que mañana se merecía unas disculpas, me hubiera dicho: "tu actitud es muy parecida, Claudio, a la que tuvo Cristo cuando en la cruz agonizante dijera: padre, perdonadlos, no saben lo que hacen" En este momento cualquier analogía era valida, cualquier hipótesis, cualquier cosa. Era el mundo lindo hoy en la noche. Bajo la luna rearmaba la situación recién ocurrida y eso me llevo todo el tiempo hasta llegar a mi casa. Saqué las llaves y tranquilamente, como no era usual, abrí la reja roja, que me cercaba del resto del mundo. Pero hoy, me cercaría de una persona menos, pues al cerrarla me tope con una cara conocida, unos ojos negros ya antes vistos. Le sonreí y como podéis imaginarlo, la hice pasar. Acercó su cuerpo al mío y sosteniendo mi cara en su mano me beso en la mejilla, pero no de esos besos matutinos camino al colegio, son besos, aunque sean en la mejilla, distintos. Besos que besan, que realmente besan. Luego de unos minutos, mis manos se entrelazaban sobre su vientre y mi boca en su cuello. Se dejó existir con su cabeza sobre mi hombro. Que posición más rica, la sentía a ella en su máximo esplendor, no había forma mas linda de observar su cuerpo, y luego, su sonrisa, su dulce y a veces inquietante sonrisa. Interrumpió de súbito el silencio. "¿Vamos para tu pieza?" Y fueron las ultimas palabras de la noche. ¿Los sonidos no son palabras cierto? Desperté desnudo, junto a ella, desnuda. Ella aun dormía y me entretuve pensando con que soñaba. Pero funcionó solo al principio, luego, no me pude concentrar teniendo al frente a tan envolvente ser. La besé en la boca y la abracé. El sudor, ya frío, me llenaba de una placidez infinita, que quizá, nunca mas volvería a vivir. Si me pongo a pensar en "quizáses" hecho a perder el recuerdo de esa tarde y noche de luna balsámica menguante. Simplemente debía estar, y estaba, pero no ese estar pasivo, si no mas bien, un estar, apasionadamente activo.

Texto agregado el 24-01-2005, y leído por 206 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-01-2005 oiga niño.. no se a que mail mandarle nada, pero sorry por no star cuando llamaste :P es que me iamó el tata en la mañana pk habiamos quedado de juntarnos y yo no me acordaba ^^ jajaja asi k salí rajá pk el me estaba esperando sorry.. será pa otra un besito tau!!! JazzfisH
 
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