…a mi insomnio Supongamos que despierta usted a mitad de una calle cualquiera, tan al azar que el sentimiento inmediato es de una profunda desorientación. La calle alrededor esta repleta de figuras e idiomas que usted no identifica. No es que lo que ve no se parezca a lo usted bien conoce como una calle, solo que esta en particular es para usted irreconocible. Hay tiendas repletas de artículos cualesquiera, que son sin duda parecidos a aquellos que usted utiliza, pero no son como aquellos; de hecho le resulta difícil así, a primera vista, imaginar los posibles usos para los extraños productos que aquí se encuentran. Y además de no saber para que sirven estas nuevas cosas, se da usted cuenta de que no habrá entre esta multitud peregrina, ni un solo rostro que usted haya visto antes.
Naturalmente que el corazón, su corazón, se agitara de inmediato y sentirá por un momento el galope del borbotón de sangre recorriendo sus venas, zumbando en las sienes mientras la mirada se oscurece.
Pero usted no es de esos que buscan salida a la primer desavenencia que le ocurre en el mundo de los sueños.
Para domar al corazón… solo hay que abrir los ojos.
Lo que habría que hacer, seria buscar un punto de referencia, un norte digámoslo así. Levanta la vista y descubre que su inicial parálisis duro el tiempo suficiente para que se hiciera ya de noche, una noche nublada a punto de tormenta, sin luna ni pretéritas estrellas. Sin duda tiene miedo.
Se anima a dar el primer paso, moverse lo despeja un poco y sin haber renunciado a ello, empieza a buscar entre la gente ya no un rostro conocido, sino una de esas sonrisas que dan pie a preguntas esénciales.
¿Podría usted decirme que hora es? ¿Sabe usted hacia donde conduce esa calle?
Las repasa varias veces en su voz interna sin atreverse aun a pronunciarlas, los que hasta ahora han pasado a su lado no le han concedido ni siquiera una mirada. Lo evaden, de la misma manera que usted evade la pregunta que solucionaría su problema; ¿Podría usted decirme en donde estamos?
Pero incluso bajo esta desesperación creciente, hay un cierto pudor que no se permite usted perder aun bajo estas circunstancias.
Después de caminar entre calles que no dejan de ser desconocidas, reúne el valor para detener a quien se le cruce en el camino y de una vez por todas confesar que esta usted perdido. Ese primero no llega, se acaba usted de dar cuenta, de que mientras se guardo en su interior a deliberar las condiciones bajo las que rendiría su salud mental a un extraño, la gente había desaparecido por completo.
Quedaban las calles, pero todas desiertas. Las casas y los locales están ahí, sin nadie alrededor y sin una sola letra, número o símbolo cualquiera. Conservan los colores pero no dicen ya nada. Esta pérdida le resulta a usted mucho más severa.
Hacia donde debe uno moverse cuando se vive en un planeta esférico para encontrar el punto de partida.
Una sola referencia y esta ceguera infernal seria por fin estructurada, sin embargo para usted, ahora mismo… el mundo carece de forma.
Una puerta a no más de tres pasos frente a usted, se abre completa. Es un hotel, ¿Cómo lo sabe? Porque esta usted empezando a tomar el control de su sueño.
Detrás de la puerta aparece una mujer… ¿hermosa? Como saberlo, tiene en los ojos algo de algunos otros ojos que usted extraña, pero estos no le dicen nada… Aunque se parecen tanto a aquellos… Revisa usted sus bolsillos y hay solo dos billetes, el primero es de color azul y no reconoce usted nada mas en el. Sin quererlo; su duda, le a asignado a este billete un valor mínimo, con el que casi nada podría ser comprado. Ha empezado a controlar su sueño, así que lo que deje usted sin control, sin control ocurrirá. El segundo billete brilla color de oro en su cartera, parece que ha entendido usted bien, el valor real de cada cosa… lo fija usted mismo.
Lo inevitable por desgracia no se compra.
Un billete es insuficiente para pagar nada y el otro es tan valioso que no habría forma de devolverle a usted cambio. Un impulso le hace a usted ofrecer todo el billete dorado a cambio de una habitación en donde reposar hasta que logre despertar de este sueño.
La habitación tiene una cama, un baño muy decente, un ventilador y ventanas gruesas que lo aislaran de cualquier extraño. De inicio todo parece perfecto, salvo que algunos pequeños detalles quedaron al azar. Como que las camas no tienen sabanas, sino una cubierta de plástico, se le olvido a usted controlar estos detalles en su sueño. Por fortuna el baño tiene agua, fría y caliente y una toalla roja bien dispuesta y a la mano. Mueve usted la cortina que cubre la ventana y se encuentra con que no hay ventana, olvido usted ubicarlas y acaba de olvidar usted en donde quedaba la puerta.
No hay mas que hacer que arrancar los plásticos que protegen la cama, tirarse boca arriba con los brazos cruzados sosteniendo la nuca, ya que olvido usted las almohadas.
Con la mirada al techo, piensa usted que lo mejor será dormir, y esperar a que despierte. Sobre una mesa al fondo hay un plato con comida, lo había pensado antes, pero le interrumpió el pensamiento la repentina desaparición de los carteles y signos de las calles y la comida frente a usted podría ser cualquier cosa.
Cierra los ojos para evitar pensar, el hambre le hace sentir que si no come algo pronto se digerirá a usted mismo desde dentro.
Al cerrar los ojos usted se implera asi mismo no comerlo… ya es demasiado tarde.
Lo que esta usted probando, es simplemente asqueroso. Ni en la vida que recuerda había usted conocido sabor tan desagradable… Casi a punto de reír por las insólitas tragedias de este sueño, se da cuenta de que usted no esta soñando. Sin saber como ha ocurrido, esta usted viviendo otra vida. Y entonces trata de acordarse de ¿quien es usted? O ¿Quién era? Y cuanto más lo intenta mas se aleja. Se tumba sobre la orilla de la cama, respira hondo y dimensiona su extravió. No sabe en donde esta, ni donde vive… Ni quien es usted.
En esta nueva vida suya, se ha aparecido junto de usted un hombre serio de traje gris sobre una bata blanca.
El hombre le dice algo, usted no sabe que es, ¿que es lo que ha dicho? Ese hombre es su salida, pero al intentar decirle que es lo que a usted le pasa, ya sin lugar para el pudor, sino con las ganas todas de entender esto que le ocurre. Usted ha olvidado como se habla… Busca refugio en un papel y una pluma que arrebata usted violentamente de la mano del hombre que tiene enfrente, el hombre intenta detenerlo pero usted corre hacia el baño a esconderse, olvidando que el baño no tiene puerta. El hombre retrocede, usted toma el papel, toma la pluma y antes de poner la primera letra, se le ha olvidado a usted como se escribe cualquier cosa. Lo intenta y el resultado no se parece a ninguna cosa que signifique absolutamente nada.
Mira entonces sus manos y las nota envejecidas, se parecen a sus manos, pero no son las que recuerda. Levanta usted la mirada y por fin logra poner juntas unas cuantas palabras…
Por favor, dígame usted ¿quien soy…? |