-Me dejaron de garpe el otro día con la palabrita en latín que definía a los forros. La verdad que me sorprendieron, especialmente vos Mariano.
-¿Porqué yo sí y Juan no?
-Porque sabemos que Juan es creyente, pero vos, hasta donde se...
-Alguna vez tuve un pequeño vínculo, pero no hace falta ser creyente para tener nociones de latín.
-Seguro que no, pero convengamos que es más coherente.
-¿Todo tiene que ser coherente?
-¿Cómo fue ese pequeño vínculo que tuviste con la iglesia? A ver si todavía resultamos ser hermanos en la fe.
-Quisiera no hablar de eso, prefiero saber a qué vino el comentario de Bruno.
-Yo te explico el porqué de mi comentario, pero vos después nos contás lo tuyo.
-Bueno, no sé. Empezá vos.
-Nada, es que quería introducirlos al tema, porque de casualidad en una página web encontré el significado de la palabra coima.
-¿Qué significa? Preguntó Juan.
-Bueno, es de origen lusitano y significa multa. Si bien hoy no le damos esa significación, para el siglo XVII en el Virreynato del Río de la Plata, se utilizaba para los pagos portuarios. Es una palabra que deriva del latín calumniare, en portugués arcaico cooymhar, algo así como tomar testimonio de una falta punible.
-Interesante, no tenía la menor idea, comentó Mariano.
-Dale, flaco, ahora contanos tu breve recorrida por los confesionarios.
-No seas boludo, Juan. Nunca me confesé, es inmoral.
-No empecés con tus petardos y contá...
-Cuando yo era chico, siete u ocho años... Bah! La edad en que todos los pendejos tomaban la comunión, todos mis amigos iban a catecismo. Yo no quería ser menos, así que contra de la voluntad de mis viejos, me anoté.
-¿Tus viejos no querían?
-En realidad no, pero se la bancaron porque era mi decisión. Las clases de catecismo estaban a cargo del padre Felipe, un gallego que parecía bastante piola, siempre de sotana y boina. Para esa edad, una de mis dudas teológicas era porqué los reyes magos nunca paraban en casa, pero sí en la de mis amigos.
-¿Tus viejos no te regalaban nada para reyes?
-Sí, pero íbamos juntos a la juguetería, y mi viejo se arriesgaba a que yo le pida algo que quizás no podía pagar... La verdad, es que yo creía que los reyes estaban enojados con mis viejos por algo...
-Ahora entiendo porque sos tan renegado, dijo Juan.
-¿Vas a interrumpir para boludearme? -Dale, cabrón, seguí... Agregó Bruno.
-La hago corta. Una tarde durante la clase le digo al cura: Padre, si está la virgen de Luján, de Lourdes, del Rosario y otras que no me acuerdo, al final, cuántas madres tenía Jesús. Bueno, mis compañeros se cagaron de risa y el Padre Felipe se enojó conmigo y me echó de la clase.
-Yo soy creyente, pero la verdad que ese cura era un boludo.
-Después de muchos años, me di cuenta que estaba medio loco, que había combatido junto a Franco contra los republicanos y como sabía que mis viejos eran zurdos, supongo que se la agarró conmigo.
-Cero instinto evangelizador, el gallego, dijo Bruno.
-Más que eso, ninguna sensibilidad para con un niño, completó Juan. -Bueno, ese fue mi pequeña visita por el mundo de los consuelos metafísicos.
-Ya volvió a la carga...
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