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Inicio / Cuenteros Locales / dagavital / Tragedia amorosa en dos capítulos, tal vez no tan trágica

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Tragedia amorosa en dos capítulos, el primero fue una sensación sentimental llena de ingenuidad, la segunda tan llena de realidad y teñida de furiosa sexualidad. En la primera conocí la alegría adolescente sin límite, el disfrutar de la caricia y el beso sin desear más que eso, dejarse llevar por el momento, ser uno con el otro sin medir las consecuencias. Derretirme en sus brazos como una colegiala, una niña sin la edad necesaria para serlo, inocente de lo que traería la relación, curiosamente embelezada y endulzada por su mirada confidente. Había frío alrededor, lugares públicos y transitados eran testigos de nuestro encantamiento compartido, desveladas noches de ciudad con aromas a cafés baratos y llenas de luciérnagas curiosas que nos espiaban en nuestra noche más cálida para nuestros cuerpos anhelantes. Caminar y desvariar, confesar y explorar era nuestra experiencia del momento, degustar los labios como un néctar inolvidable, derribar nuestros imposibles y construir una historia común. Soñaba un futuro común, trataba de verte cocinando en mi casa, siendo la luz de mis habitaciones oscuras, tus días a mi lado eran un tema preferido para mis fantasías. Películas, pizza, cerveza o café todo era un buen motivo para el encuentro, me tenías consternada con tu sencillez y tu soledad, quería despertarte finalmente de tu gran pesadilla tan extensa. Parlamentos tan volátiles, tan amplios, tan preciosos, para mi atención desvelada, tan desesperada por conocerte interiormente. Los pasatiempos eran pasajeros, los llevabamos para no irnos sin nada en la valija de la travesía que nos encantaba tanto a los dos. Pablo eras mi partener, eras mi compañero de travesuras pero yo no te conocía bien... Tenía más miedo que curiosidad, ahora puedo comprenderlo. Así que me dí el lujo de ignorar el capítulo primero como si no existiera, lo salteé y le puse un mal final. Un the end abrupto e incoherente, luego me arrepentí terriblemente, haciéndotelo saber creí que podría arreglar la historia. Ignorante fatal de una realidad que parecía apabullarme lo suficiente, como para emprender la huida. Luego me encontré frente a mis fantasmas y los dispersé pero no volví a encontrarte mi querido Pablo, el del inicio del libro. Nos volvimos a encontrar en un punto del planeta terrestre, era un lugar singular, sin embargo tu cara no era la misma, tus manos no eran las mismas, tus palabras no eran las mismas, tus labios eran del sabor del ocaso en un día de holocausto nuclear. Nos vimos en el segundo capítulo, desaparecieron los encantos juveniles, las canciones tan románticas, las ilusiones maravillosas se esfumaron, cuarteando el paisaje universal, nubarrones de desencuentros pensantes se asomaron y tomaron el control de nuestro cielo. Pablo te fuiste haciendo un hombre distinto, uno que me producìa temor, desconfianza, aunque ahora tratabas de seducirme como un adulto sin frenos en el ansia. Amaneció en mi ventana un día bello pero estabas ahí con tu rostro lleno de deseos que me hacían desmayar y yo comenzaba a ser la que se dormía en la ruta mientras manejabas, manejabas de pronto la relación de un modo intrépido que me asustaba. Tu seducción fue diferente, hizo trizas el cristal de mi disposición afectiva, nada se parecía al Pablo y a la que yo era en el primer capítulo, eramos dos desconocidos tratando de llevarnos por delante la plenitud del enamoramiento. Lo arrollamos, dejando desfalleciente, mal herido, ahora eras un tenaz amante, yo una mujer distraída. Destiempo, desnudez todo conjuntamente expresados. Desesperación tuya por concretar un momento candente, el mío solamente no defraudarte, fui cautelosa como nunca antes, empecé a especular y ya no era natural ni improvisada. Tus vocablos insolentes, tus oraciones entrecortadas, tus apuros me hicieron perder la calma, comencé a temblar, ya nada nos paraba. Y mi cuerpo ya no disfrutaba, me puse en guardia esperando el golpe certero que no llegaba. Alegabas ser el mismo de siempre, yo no me podía retraer de la emboscada, caí en tu trampa, me hice cautiva de tus pensamientos tratando de hacerte sentir lo que tanto deseabas. Milagros suceden cotidianamente me dijo un amigo, yo no sabía si podían suceder después de que las cartas están echadas, esperé la rueda del destino para captar el suspiro donde lo había perdido en algún lugar del primer capítulo. Te alcancé en una avenida transitada cuando ya partías lejos de mi mirada. Casi me muero en el intento pero pude torcer tu sendero, tracé un atajo para nuestro futuro, casi funesto, ví como te dejabas llevar hacia mi destino, no te negaste la oportunidad de reencontrarme... Así fue que esta tragedia amorosa en dos capítulos pudo crear un tercero menos funesto y menos imprevisto, le quitamos algunas partes de lo que habíamos escrito con nuestras acciones impensadas, les hicimos algunos retoques a nuestras vidas truncadas. Captamos del amor la última mirada, la esculpimos y le dimos color a intrepidez demencial o necesaria, para que no nos quedaramos vagando por el espacio con un sabor a derrota cuando nuestros corazones pedían que le dieramos una fiesta inedita a nuestras existencias. Pablo, sos mi tesoro más grande, casi te pierdo escribiendo una elegía a las ilusiones vanas, olvidando que que nos dimos todo aunque sea por partes tan diferentes, como estos capítulos... que ya no me parecen tan trágicos.

Texto agregado el 21-01-2005, y leído por 348 visitantes. (0 votos)


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