En un pasado mas o menos cercano, la pobreza y el hambre justificaban cualquier revolución en nombre de la libertad, y en estos tiempos es donde Jacinto un pobre campesino espera su turno en la horca, esperando el momento definitivo, solo porque un oficial no soporto que un andrajoso le ganara el corazón de su pretendida, los minutos parecían eternos para el infeliz Jacinto, mientras escuchaba las falsas acusaciones que el verdugo leía para justificar el pasional crimen, de repente la mas devastadora tormenta cubrió la plaza, los truenos apabullaron a los guardias, esta tormenta tenia nombre propio, era Filemón el viejo y fiel amigo, inseparable compañero de muchas batallas, y por supuesto esta no sería la excepción, con certeros disparos puso a los guardias a calentarle el camino al más allá al renacido Jacinto.
- Tos que manotas, que pena interrumpirte la oraciones, pero es que ya me picaban mucho los dedos.
Decía entre risas mientras cortaba el lazo homicida, y lo guiaba a los caballos con los que velozmente emprendieron la huida, galoparon como nunca, se hicieron uno con las bestias y el llano se hacia corto, pronto llegaron a las montañas, que reverdecían por las recientes lluvias, debían buscar un refugio rápidamente, la patrulla debía estar ya detrás de ellos, la vieja guarida sirvió para los bravos corceles, pero ellos necesitaban ir mas adentro a buscar los camaradas, y solo a pie se podía seguir por ese camino, empezaron a descender, cuando llegaron, un grito, un alto, puso fin a tan excitante carrera, el teniente Núñez, habían tendido su emboscada sobre ellos y en segundos se vieron rodeados, los fusiles apuntaban todos a los desdichados prófugos, victimas de la traición.
- Creíste que te podrías burlar de mi dos veces, ¡pues no! , seré yo quien ría ahora.
Y levantando su arma descargo su ira sobre el viejo Filemon, un solo disparo fue suficiente, y allí quedo tendido sobre el fango el inmejorable amigo, Jacinto estaba estupefacto, toda esperanza de vida se había acabado, sabia que no podía correr, solo miraba a su alrededor buscando un prado, no quería morir en el fango, cuando enfoco a Núñez, sintió solo como un profundo suspiro llenaba su cuerpo desde los dedos hasta la punta de sus cabellos, no se sintió caer, todo se puso blanco, trataba de moverse, pero el cuerpo no le respondía, todavía escuchaba a su asesino, pero los sonidos poco a poco iban desapareciendo hasta que ya no hubo sonido alguno.
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